¡Qué vida de trabajo llevó Cristo! Día tras día se lo podía ver entrando en las moradas humildes de los necesitados y de los tristes, hablando esperanza a los abatidos y paz a los angustiados. Los pobres y dolientes recibieron la mayor parte de su atención. Los niños lo amaban. Eran atraídos por él por su pronta simpatía. Con sus palabras imples y amantes él resolvió muchas dificultades que se presentaron entre ellos. A menudo los subía sobre sus rodillas y hablaba con ellos en una forma que ganaba sus corazones.
Él hizo el trabajo médico-misionero que pide que su pueblo realice hoy en día. Humilde, bondadoso, compasivo, misericordioso, iba por doquier haciendo el bien, dando de comer al hambriento, levantando a los agobiados, confortando a los tristes. Nadie que se acercó a él en busca de ayuda se fue sin consuelo. Ni una fibra de egoísmo se entretejió el dechado que ha dejado para que sigan sus hijos.
Vivió la vida que quiere que vivan todos los que creen en él. Su comida y su bebida fue cumplir la voluntad de su Padre. A todos los que se allegaron a él por ayuda, les dio fe y esperanza y vida.
Dondequiera que iba atraía bendición.
El mensaje de Cristo para nosotros es: 'Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.' "
Elena de White, Manuscrito 115, 1902.
Continuará. . .
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