Tuesday, November 18, 2014

Las Tribus de Israel — Parte 63



Manasés

Significado del nombre: Del Heb. Menashsheh, [el que causa o] "hace olvidar."

"Y nacieron á José dos hijos antes que viniese el primer año del hambre, los cuales le parió Asenath, hija de Potipherah, sacerdote de On. Y llamó José el nombre del primogénito Manasés; porque Dios (dijo) me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre." Génesis 41:50-51.

Hacemos una pausa en la historia de Manasés, para presentar el contraste entre él y su hermano menor.

Rechazando las Oportunidades del Cielo

"Ephraim es dado a ídolos; déjalo." Oseas 4:17.


Efraín

Jeroboam, un rey de la tribu de Efraín trabajó para alejar al pueblo de Israel del verdadero Dios.

"Su mayor temor era que en algún tiempo futuro los corazones de sus súbditos fuesen reconquistados por el gobernante que ocupaba el trono de David. Razonaba que si permitía a las diez tribus que visitasen a menudo la antigua sede de la monarquía judía, donde los servicios del templo se celebraban todavía como durante el reinado de Salomón, muchos se sentirían inclunados a renovar su lealtad al gobierno cuyo centro estaba en Jerusalén. Consultando a sus consejeros, Jeroboam resolvió reducir hasta donde fuese posible por un acto atrevido la probabilidad de una rebelión contra su gobierno. Lo iba a obtener creando dentros de los límites del nuevo reino dos centros de culto, uno en Betel y el otro en Dan. Se invitaría a las tribus a que se congregasen para adorar a Dios en esos lugares, en vez de hacerlo en Jerusalén.

"Al ordenar este cambio, Jeoboam pensó apelar a la imaginación de los israelitas poniendo delante de ellos alguna representacióm visible que representase la presencia del Dios invisible. Mandó, pues, hacer dos becerros de oro y los colocó en santuarios situados en los centros designandos para el culto. Con este esfuerzo por representar la Divinidad, Jeroboam violó el claro mandamiento de Jehová: 'No te harás imagen,...no te inclinarás a ellas, ni las honrarás'. (Éxo. 20:4, 5.)

"Tan intenso era el deseo que tenía Jeroboam de mantener a las diez tribus alejadas de Jerusalén, que no percibió la debilidad fundamental de su plan. No consideró el gran peligro al cual exponía a los israelitas cuando pusodelante de ellos el símbolo idólatra de la Divinidad con que habían con que se habían familiarizado sus antepasados durante los siglos de servidumbre en Egipto." Elena G. de White, Profetas y Reyes, págs. 73-74.



Continuará...

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