Sunday, July 12, 2015

Las Tribus Perdidas—Parte 1


"Se ha dicho y escrito mucho acerca de las tribus de Israel, y se han inventado muchas teorías acerca de ellas que distan mucho de la realidad. No trataremos de seguir ninguna de esas líneas de argumento, sino que solamente hablaremos de las tribus que están verdaderamente perdidas." S.N. Haskell, The Cross And Its Shadow, pág.368.

Nota de la Redacción- En los artículos anteriores hemos visto cómo las decisiones tomadas por las diez tribus las llevó en la dirección que terminón en su dispersión.

"Rubén, Simeón, Leví, Judá, Neftalí,Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José, Benjamín, y Manasés, no solamente tuvieron una parte en la tierra de Palestina, sino que sus nomres han sido inmortalizados, y estarán representados en el reino de Dios por toda la eternidad, mientras que los nombres de Ephraim y de Dan desaparecen en el olvido. Ellos son las tribus perdidas de Israel.

¿Por qué el orgulloso Ephraim, quien era la fortaleza del reino de Israel, y Dan, quien era sobrepasado solamente por Judá en cuanto al número de sus guerreros cuando entraron el al tierra prometida, son dejados fuera de la última gran reuinón de Israel como tribus?

"Ephraim era el hijo de una princesa egipcia quien era una idólatra hasta donde tenemos acceso al registro. Es muy probable que la mayor parte de la vida de Ephraim transcurrió en medio de los egipcios, porque a duras penas podemos suponer que con sus arrogantes conexiones, que el se asociara mucho con los isrealitas en Gosén, hasta que se levantó un rey que no conocía a José. (Éxodo 1:8.) Manasés vivía en el mismo ambiente, pero el hecho de que Ephraim había recibido el primer lugar en la bendición del patriarca, puede que haya llenado su corazón de orgullo y le haya dado un molde diferente a su vida. Ephraim tenía aproximadamente veintiun años de edad cuando recibió la bendición de Jacob. Él tuvo el ejemplo piadoso de su padre ante él por muchos años; porque José vivió para ver los hijos de Ephraim hasta la tercera generación." S.N. Haskell, The Cross And Its Shadow, págs. 368-369.

Continuará...


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