La armadura de Dios
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos." Efesios 6:10-18.
Pensemos por un momento. ¿De qué manera la espada de un soldado romano nos ayuda a entender cómo usar la Biblia para ganar nuestras batallas espirituales?
La Biblia, en Jueces 7, registra la historia de Gedeón y sus 300 hombres.
Por muchos años, Israel estuvo dominado por los madianitas y había sido gravemente empobrecido por ellos.
Dios escogió a Gedeón para que fuera su instrumento para libertar a su pueblo porque Gedeón no confiaba en sí mismo. Tan es así que Dios tuvo que darle tres señales de que Él iba a entregar a los madianitas en sus manos, dos veces con el vellón de lana, y una vez con el sueño del pan de cebada.
Recordemos que Dios no puede hacer nada por nosotros si no nos apoyamos en Él.
Consideremos la situación por un momento. Israel había sido oprimido por los madianitas por muchos años, y los madianitas eran tan crueles, que cada vez que los israelitas sembraban, venían en gran número para devastar la tierra, Cualquier grano que eran capaces de cultivar era arrebatado por el enemigo tan pronto como se recogía, de tal manera que Israel sufría no solamente de pobreza, sino de hambre.
Nosotros también podemos estar comiendo fícamente, pero podemos estar pasando hambre espiritual porque el enemigo nos arrebate el alimento del alma de mil maneras diferentes.
Mientras Gedeón estaba preparando el grano para esconderlo de los madianitas, Dios se le apareció y le dio el cargo de ir a la guerra contra el enemigo y liberar a su pueblo.
Entonces, Gedeón comenzó a reunir su ejército. Aunque llamó a muchos para que vinieran a ayudarle, no muchos hombres respondieron al llamado. Pero Gedeón tenía la palabra de Dios y tomó valor con los pocos hombres que respondieron para ir a la batalla.
Finalmente, Gedeón y 32.000 soldados de Israel se reunieron cerca del campamento de los madianitas, pero estaban grandemente superados en número por sus opresores, quienes contaban con 135.000 hombres.
En la opinión divina, 32.000 soldados eran demasiados hombres, porque hubiera podido ocurrir, que los victoriosos guerreros tomaran la gloria para sí mismos que solamente le pertenecía a Dios.
Gedeón creía que estaba listo para la batalla, pero Dios pensaba de otra manera. Estaba a punto de mostrar a su pueblo su gran poder y no quería que hombre alguno pensara que la gloria le pertenecía al brazo de carne o a una espada de metal.
Dios le dijo a Gedeón para que cualquier persona que tenía miedo de la próxima vuelta a casa batalla. Veintidós mil hombres tuvieron la oportunidad de salir de sus filas, dejando sólo 10.000 restantes. Pero Dios estaba buscando un grupo más pequeño aún.
Por lo tatno, Dios dijo a Gedeón que debía llevar a su huerte a un arrollo a beber, y que todos los que lamieran el agua como un perro debían ser puestos aparte, y que el resto fueran enviados a casa. Gedeón terminó solamente con 300 hombres.
Para darle ánimo a Gedeón Dios lo envió al campo de los madianitas con su criao, para que oyera el relato de un sueño. En ese sueño Dios comparó el pequeño grup de hombres que Gedeón tenía con un pan de cebada. Un alimento humilde, de la clase pobre en Israel.
Eso representaba la debilidad humana. En comparación con la gran hueste madianita, el ejército de Gedeón era insignificante, tal y como el verdadero pueblo de Dios siempre ha estado en la minoría y ha parecido ser pobre e indfenso en muchas épocas en la historia.
Pero los que están con Dios son siempre una mayoría porque tienen ejércitos invisibles con ellos.
Con un pan de cebada, o sea, con 300 hombres, Dios iba a destruir toda la fuerza armada de Madián, 135.000 fuertes.
Continuará. . .