"Cristo se colocó a la cabeza de la humanidad con el
atuendo de la humanidad. Tan llena de simpatía y amor era Su actitud que los
más pobres no tenían miedo de venir a Él. Él fue amable con todos; Se acercaba
fácilmente a los más humildes, iba de casa en casa, sanaba a los enfermos,
alimentaba a los hambrientos, consolaba a los dolientes, calmaba a los
afligidos, hablaba paz a los afligidos. Tomaba a los niños en sus brazos y los
bendecía y habló palabras de esperanza y consuelo a las madres cansadas. Con inquebrantable
ternura y dulzura conoció todas las formas de pesar y aflicción humanos. No
para sí mismol, sino para otros trabajó. Estaba dispuesto a humillarse, a
negarse a sí mismo. Él no buscó distinguirse. Era el siervo de todos. Era Su
carne y su bebida ser un aliento y un consuelo para los demás, para alegrar a
los tristes y aliviar a los que llevaban pesadas cargas con los cuales
diariamente entraba en contacto." Loma Linda messages, pág. 60.
Continuará...
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