Por todo el campamento de Israel habían heridos y los
moribundos que habían sido heridos por el aguijón mortal de la serpiente. Pero
Jesucristo habló desde la colimna de nube y dio instrucciones para que la gente
pudiera ser sanada. Se hizo la promesa de que todo aquel que mirara a la
serpiente de bronce viviría; y para aquellos que miraron, la promesa fue
verificada. Pero si alguien decía: "¿De qué sirve mirar? Ciertamente
moriré de la picadura mortal de la serpiente "; si continuaban hablando de
su herida mortal, y declaraban que su caso era inútil, y no realizaban el
simple acto de obediencia, morirían. Pero todos los que miraron vivieron. . . .
Ahora colocamos nuestra atención en el Gran Médico. "He
aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Mientras miremos
nuestros pecados y hablemos de nuestra miserable condición, nuestras heridas y
llagas putrefactas permanecerán. Es cuando quitamos nuestros ojos de nosotros
mismos, y los fijamos en el Salvador, elevado, para que nuestras almas
encuentren esperanza y paz. El Señor nos habla a través de Su Palabra,
diciéndonos "mira y vive". "El que recibe su testimonio, éste
atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios
habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas
las cosas ha entregado en su mano".
Hay muchas razones por las cuales deberíamos ser alentados a
esperar la salvación de nuestras almas. En Jesucristo, todas las provisiones
para nuestra salvación han sido hechas. No importa cuáles hayan sido nuestros
pecados y defectos, hay una fuente abierta en la casa de David por todo pecado
e inmundicia. " Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros
pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana". Esta es la palabra
del Señor. ¿La aceptaremos? ¿Creemos en él? —Signs of the Times, Apr. 2, 1894.
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