Dios ha hecho de la oración nuestro deber. Las riquezas del universo le pertenecen.
Tiene bajo su mando todos los tesoros temporales y espirituales y puede suplir
cada necesidad a partir de su gran abundancia. Recibimos nuestro aliento de Él; cada
bendición temporal que disfrutamos es Su regalo. Dependemos de Él no solo para las
bendiciones temporales, sino también para la gracia y la fuerza que nos impide caer bajo
el poder de la tentación.
Diariamente necesitamos el Pan de Vida para que nos dé fortaleza y vigor espirituales,
tanto como necesitamos el alimento para sostener nuestra fortaleza física y para tener
músculos firmes. Estamos rodeados de debilidades y enfermedades, dudas y tentaciones; pero podemos venir a Jesús en nuestra necesidad, y Él no nos dejará con las manos vacías. Debemos acostumbrarnos a buscar la guía divina a través de la oración; debemos aprender a confiar en Aquel de quien viene nuestra ayuda....
Debemos tener un sentido profundo y serio de nuestras necesidades. Debemos sentir nuestra debilidad y nuestra dependencia de Dios, y acudir a Él con contrición de alma y quebrantamiento de corazón. Nuestras peticiones deben ser ofrecidas en perfecta sumisión; todo deseo debe armonizarse con la voluntad de Dios, y Su voluntad debe hacerse en nosotros...
Si caminamos en la luz como Cristo está en la luz, podemos acercarnos al trono de la gracia con santa valentía. Podemos presentar las promesas de Dios con fe viva e impulsar nuestras peticiones. Aunque somos débiles y errados e indignos, "el Espíritu también nos ayuda en nuestras debilidades"...Cuando hayamos ofrecido nuestra
petición una vez, no debemos entonces abandonarlo, sino decir, como lo hizo Jacob cuando luchó con el ángel: "No te soltaré, si no me bendices", y como él prevaleceremos.
es sólo velando por la oración y el ejercicio de una fe viva que los cristianos pueden conservar la integridad en medio de las tentaciones que Satanás trae sobre ellos... Háblale a tu corazón constantemente el lenguaje de la fe: "Jesús dijo que me recibiría, y creo en su palabra. Lo alabaré, glorificaré su nombre". Stana estará cerca de ti para sugerirte que no sientas ninguna alegría. Respóndele..."Tengo todo de qué alegrarme, porque soy un hijo de Dios. Estoy confiando en Jesús".
Signs of the Times, 15 de mayo del 1884.