Si le Pedimos, Dios Responderá
Es parte del plan divino concedernos, en respuesta a la oración de fe, lo que Él no nos concedería si no lo pidiéramos.
Dios escucha la oración. Cristo ha dicho: “Si pidiereis algo en mi nombre, lo haré”. Nuevamente dice: “Si alguno me sirve, mi Padre le honrará”. Juan 14:14; 12:26. Si vivimos según Su palabra, cada preciosa promesa que nos ha dado se cumplirá para nosotros.
No somos merecedores de su misericordia, pero cuando nos entregamos a Él, Nos recibe. Obrará para y a través de aquellos que le siguen.
Al pedirle ayuda al Señor, honre a su Salvador creyendo que recibe Su bendición. Todo el poder, toda la sabiduría, están a nuestras órdenes. Sólo tenemos que pedir.
Dios tiene un cielo lleno de bendiciones que quiere otorgar a aquellos que buscan fervientemente esa ayuda que sólo el Señor puede conceder.
Toda oración sincera es escuchada en el cielo. Puede que no se exprese con fluidez; pero si el corazón está en ella, ascenderá al santuario donde ministra Jesús, y la presentará al Padre sin una sola palabra torpe ni tartamuda, sino hermosa y fragante con el incienso de su propia perfección....
Su fe no debe abandonar las promesas de Dios, si no ve o siente la respuesta inmediata a sus oraciones. No tenga miedo de confiar en Dios. Confíe en su promesa segura: “Pedid y recibiréis”.
Dios es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para negar cualquier cosa buena a sus santos que caminan en integridad. El hombre se equivoca y, aunque sus peticiones provienen de un corazón honesto, no siempre pide cosas que son buenas para él o que glorifiquen a Dios. Cuando eso ocurre, nuestro sabio y buen Padre escucha nuestras oraciones y responderá, a veces de inmediato; pero nos da las cosas que son para nuestro mayor bien y Su propia gloria. Dios nos da bendiciones; Si pudiéramos analizar Su plan, veríamos claramente que Él sabe qué es lo mejor para nosotros y que nuestras oraciones son contestadas. No se nos da nada dañino, sino la bendición que necesitamos, en lugar de algo que pedimos y que no sería bueno para nosotros, sino para nuestro daño.
Prayer, pág. 48