Jesús es llamado la Palabra de Dios. Aceptó la ley de su Padre, practicó sus principios en su vida, manifestó su espíritu y mostró su poder benéfico en el corazón. Dice Juan: " Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Todo lo que el hombre necesita saber o puede saber acerca de Dios ha sido revelado en la vida y en el carácter de Su Hijo.... Tomando sobre sí a la humanidad, Cristo vino para ser uno con la humanidad y al mismo tiempo para revelar a nuestro Padre celestial a los seres humanos pecadores. Fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, tal como somos nosotros. Tenía hambre, sed y cansancio. Lo sostenía la comida y lo refrescaba el sueño. Compartió la suerte de los hombres y, sin embargo, era el inmaculado Hijo de Dios. . . . Tierno, compasivo, comprensivo, siempre considerado con los demás, representó el carácter de Dios y estuvo constantemente dedicado al servicio de Dios y del hombre. Los seguidores de Cristo deben ser partícipes de su experiencia. Deben asimilar la Palabra de Dios. Deben ser transformados a su semejanza por el poder de Cristo y reflejar los atributos divinos. . . . El espíritu y la obra de Cristo deben convertirse en el espíritu y la obra de sus discípulos. En el estudio de la Biblia las almas convertidas comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios, lo que Él mismo interpreta como el recibir y hacer de Sus palabras, que son espíritu y vida. El Verbo se hace carne y habita entre nosotros, en quienes reciben los santos preceptos de la Palabra de Dios. El Salvador del mundo ha dejado un ejemplo santo y puro para todos los hombres. Éste ilumina, eleva y trae inmortalidad a todos los que obedecen los requisitos divinos. The Faith I Live By, pág. 17.
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