Sunday, June 12, 2011

Viajando por el Camino Angosto---Parte 4



Por Elena G. de White

Nota Editorial: El Japón ha duplicado el estimado de la cantidad de radiación.
Más volcanes en erupción, incluyendo el Popocatepelt, en México.
Pinguinos muertos fueron enctonrados en la orilla del mar en Uruguay.
La primavera del 2011 ha traído hasta ahora torandos monstruosos, innundaciones de proporciones históricas,
grandes sequías y terribles fuegos, y los expertos están llenos de preguntas y luchan por presentar explicaciones.


"Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la peurta, y espacioso el camino que lleva a perdición, y muchos
son los que entran por ella; porque estrecha es la peurta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan." Mateo 7:13–14.

"Yo noté que el hermoso y blanco muro estaba manchado de sangre. Producía un sentimiento de lástima ver la pared así manchada. Este sentimiento sin embargo, duró sólo un momento, pues pronto pensé que todo era como debía ser. Los que segían detrás sabían que otros habían pasado por la senda estrecha y dfícil
antes que ellos, y concluían que si a otros les fue posible proseguir su marcha hacia adelante, ellos podrían hacer lo mismo. Y cuando la sangre comenzara a manar de sus
doloridos pies, no desmayarían con desánimo; sino que, viendo la sangre sobre la pared, sabríamos que otros habían resistido la misma dificultad.

"Por fin llegamos a un gran precipicio, en el cual terminaba nuestro camino. No había nada ahora para guar nuestros pies, nada sobre lo cual dejarlos descansar.
Nuestra entera confianza debía estar en las cuerdas, que habían aumentado en tamaño hasta ser tan gruesas como nuestros cuerpos. En este punto nos acosó durante
un teimpo la perplejidad y la angustia. Con medrosos susurros inquiríamos: '¿A qué está adherida la cuerda?' Mi esposo estaba precisamente delante de mí. Grandes gotas de sudor caían de su frente; tenía las venas del cuello y de las sienes engrosadas hasta el doble de su tamaño habitual, y gemidos contenidos y agonizantes se escapaban de suys labios.
El sudor me chorreaba por la cara y sentí tanta angustia como nunca antes. Estábamos frente a una terrible lucha. Si aquí fracasábamos, todas las dificultades de nuestro viaje habrían sido en vano.

"Delante de nosotros, del otro lado del precipicio, se extendía un campo hermoso de psato verde, de unos 15 cem. de alto. No podía ver el sol, pero rayos de luz brillantes y suaves, que parecía
al oro y la plata finos, descansaban sobre este campo. Nada que hubiera visto sobre la tierra podía compararse en belleza y gloria con este campo. ¿Pero tendríamos éxito en llegar hasta él?
Esta era la ansiosa pregunta. Si la cuerda se rompía estábamos perdidos.

Contiunuará. . .

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