La armadura de Dios
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos." Efesios 6:10-18.
Gedeón estaba listo para la batalla, pero Dios tenía otros planes. Estaba a punto de mostrar a su pueblo lo poderoso que su Dios que era.
Por lo tanto, decidió reducir la hueste de Gedeón a fin the Israel no se confiara en el brazo de la carne sino en el poder de Jehová su Dios. Le dijo a Gedeón que hiciera pasar pregón por el campo, que cualquier persona que tuviera miedo de la batalla que se avecinaba se fuera de vuelta a su casa. Veintidós mil hombres tuvieron la oportunidad de salir de sus filas, dejando sólo 10.000. Pero Dios deseaba un grupo más pequeño aún.
No quería que Israel se atribuyera el triunfo de la batalla.
Entonces Dios dijo a Gedeón que llevara al resto de los soldados a un arroyo a beber agua, y que los separara en dos grupos. Todos los que lamieran el agua como un perro permanecerían, mientras que el resto fueran enviados a casa.
Eso redujo el ejército de Gedeón a 300 hombres. Se llevó fe el enfrentar a la inmensa hueste madianita con una banda tan pequeña de soldados, pero la batalla no es nuestra sino de Dios.
Las batallas más gloriosas en la Biblia, fueron batallas de fe, ganadas por Dios a causa de la fe que sus hijos depositaron en Él. Lo mismo puede ocurrir con nosotros en nuestra vida diaria y cuando enfrentamos problemas.
Cuando enfrentemos situaciones que están más allá de nuestro control, saquemos la espada del Espíritu de su vaina y afilemos su filo con nuestra fe y vayamos al combate reclamando las promesas de Dios.
Continuará...
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