Ha prometido que si pide sabiduría de Él, se la dará. Pero no siempre es esencial para nosotros saber todos los por qué y los dónde. Deshonramos a Dios esforzándonos en procurar la ayuda de alquien que creemos que entiende nuestro caso. ¿No nos ha dado su Hijo unigénito? ¿No está Cristo cerca de nosotros y no nos dará la ayuda que necesitamos? "He aquí yo estoy con vosotros todos los días", dice, "hasta el fin del mundo". Su Palabra repite la promesa una y otra vez. . . .
No es una maravilla para mí que en este momento haya tanta debilidad donde debería haber fortaleza. La razón de eso es que en vez de beber el agua pura del Líbano, buscamos saciar nuestra sed en las cisternas de las tierras bajas, que no contienen el agua de la vida. Confiamos en los seres humanos y nos sentimos decepcionados y a menudo confundidos. . .
Hemos deshonrado grandmemente a nuestro Maestro al apartarnos de Cristo para buscar la sabiduría de los seres humanos finitos. ¿Seguiremos apreciando el pecado de la incredulidad, que tan fácilmente nos acosa, o desecharemos ese peso de incredulidad, e iremos a la Fuente de la fortaleza creyendo que recibiremos misericordia y compasión de parte de Aquel que conoce nuestra naturaleza, que nos ama tanto que dio su propia vida por nosotros, que sufrió en su propio cuerpo los golpes que cayeron a causa de nuestra transgresión de la ley de Dios. Todo esto lo hizo para que podamos ser prisioneros de la esperanza.
No somos corteses con Cristo No reconocemos Su presencia. No nos damos cuenta de que debe ser nuestro Invitado de honor, de que estamos rodeados por su largo brazo humano, mientras que con su brazo divino Él tiene asido el trono del Infinito. Olvidamos que el umbral del cielo está inundado con la gloria que procede del trono de Dios, que la luz puede caer directamente sobre aquellos que buscan la ayuda que solo Cristo puede dar. Dijo a la mujer de Samaria: " Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva" (Juan 4: 10). Manuscript 144, 1901.
Concluido.
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