Todos los que entran en un pacto con Jesucristo se
convierten por adopción en hijos de Dios. Son purificados por el poder
regenerador de la Palabra, y los ángeles son comisionados para ministrarles.
Son bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se
comprometen a convertirse en miembros activos de su iglesia en la tierra. Deben
estar muertos a todas las tentaciones de los deseos mundanos; pero en cuanto a
la conversación y ala piedad, han de, a través de la santificación del
Espíritu, ejercer una influencia viviente para Dios.
"Herederos de Dios y
coherederos con Cristo ", ¡qué posición tan elevada y digna! ¡Separados y
distintos del mundo, a salvo de las astutas trampas de Satanás! A causa de sus
votos bautismales, los profesos seguidores de Dios se han comprometido a
oponerse al mal. El enemigo de las almas trabajará con todas su astucia para
corromper sus mentes. Buscará introducir sus métodos en su servicio para el
Maestro. Pero hay seguridad para ellos si obedecen el mandato: "...
Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la
armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo.."
Al hombre se le honra
haciéndolo socio en la empresa de Dios, al ser aceptado como obrero en los
grandes centros que Él ha establecido ...
Mediante un nombramiento, nuestro Señor y Redentor es heredero de Dios,
y aquellos que son colaboradores con Él en la obra de salvar almas, son
coherederos con él. . . . Ser un vencedor es colocarse en las filas de
aquellos que tienen el más excelente y eterno peso de gloria.
¿A qué honor más grande
podríamos aspirar que a ser llamados hijos de Dios? ¿Qué rango más grande
podríamos tener, qué mayor herencia podríamos encontrar, que la que viene a los
que son herederos de Dios y coherederos con Cristo? Sons and Daughters of God,
pág. 15
Concluido.
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