El verdadero éxito en cualquier línea de trabajo no es el
resultado de una casualidad o de un accidente o del destino. Es la
manifestación de las providencias de Dios, la recompensa de la fe y la
discreción, de la virtud y la perseverancia. Las buenas cualidades mentales y
un alto tono moral no son el resultado de un accidente. Dios da oportunidades;
el éxito depende del uso que se haga de ellos.
Mientras Dios estaba obrando en Daniel y sus compañeros
"tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad", ellos estaban
resolviendo su propia salvación. (Filipenses 2:13.) Aquí se revela el
funcionamiento del principio divino de la cooperación, sin el cual no se puede
alcanzar un verdadero éxito. El esfuerzo humano no sirve de nada sin el poder
divino; y sin esfuerzo humano, el esfuerzo divino es en vano. Para hacer
nuestra la gracia de Dios, debemos hacer nuestra parte. Su gracia se le da para
trabajar en nosotros para querer y para hacer, pero nunca como un sustituto de
nuestro esfuerzo. A Call to Stand Apart, pág. 56.
Concluido.
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