"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna". El dinero del rescate se ha pagado por cada hijo e hija de Adán,
y [el hecho] de que aquellos que han sido rescatados por la preciosa sangre de
Cristo rehúsan lealtad a Él no los protegerá de la retribución que vendrá sobre
ellos en el día final. Tendrán que responder por su negligencia en usar sus
talentos confiados para el Maestro. Tendrán que responder por sus reproches
contra su Hacedor y Redentor, y por su robo de Dios al retener sus talentos de
Su servicio y enterrar los bienes de su Señor en la tierra.
La familia humana está compuesta de agentes morales responsables,
y desde los más altos y más dotados hasta los más bajos y más desconocidos,
todos están investidos con los bienes del cielo. El tiempo es un don confiado
de Dios, y debe ser empleado diligentemente en el servicio de Cristo. La
influencia es un don de Dios, y debe ejercerse para el progreso de los más
altos y nobles propósitos. Cristo murió en la cruz del Calvario para que toda
nuestra influencia pudiera usarse para exaltarlo ante un mundo que perece.
Aquellos que contemplen la Majestad del cielo muriendo en la cruz por sus
transgresiones valorarán su influencia solamente porque atrae a hombres y
mujeres a Cristo, y la usarán solo para este propósito. El intelecto es un
talento confiado. La simpatía y el afecto son talentos para ser sagradamente
guardados y usados, para que podamos prestar servicio a Aquel cuya posesión
comprada somos.
la disciplina y la habilidad en cada línea deben usarse para
Él. . . . Ya sea que la cantidad encomendada sea grande o pequeña, el Señor
requiere que los mayordomos de su casa hagan lo mejor que puedan. No es la
cantidad encomendada o la mejora realizada lo que trae a los hombres y mujeres
la aprobación del cielo, sino la fidelidad, la lealtad a Dios, el servicio
amoroso prestado, lo que trae la bendición divina. "Bien, buen siervo y
fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu
señor".
Esta recompensa de alegría no espera hasta nuestra entrada
en la Ciudad de Dios, sino que el siervo fiel tiene un anticipo incluso en esta
vida. —Signs of the Times, 23 de enero del 1893.