Nadie debería lamentarse porque no tienen talentos más
grandes. Cuando usan para la gloria de Dios los talentos que Él les ha dado,
crecerán. Este no es el momento de lamentar nuestra posición en la vida y
disculpar nuestro descuido en utilizar nuestras habilidades porque no tenemos
la habilidad y la posición de otro, diciendo: Oh, si tuviera su don y
habilidad, podría invertir un gran capital para mi Maestro. Si esas personas
usan su talento sabiamente y bien, eso es todo lo que el Maestro les exige.
Mira a nuestras iglesias. Solamente hay unos pocos
verdaderos obreros en ellas. La mayoría son hombres y mujeres irresponsables.
No sienten ansiedad por las almas. No manifiestan hambre ni sed de justicia.
Nunca se ofrecen a ayudar cuando el trabajo se vuelve duro. Esos son los que
tienen un solo talento, y lo esconden en un pañuelo, y lo entierran en el
mundo; es decir, usan toda la influencia que tienen en sus asuntos temporales.
Al buscar las cosas de esta vida, pierden el futuro, la vida eterna, el eterno
peso de gloria. ¿Qué se puede decir y hacer para despertar a esa clase de
miembros de la iglesia para que sientan su responsabilidad ante Dios? ¿Debe la
masa de los cristianos que profesan ser guardadores de los mandamientos
escuchar las temibles palabras "al siervo inútil echadle en las tinieblas
de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes"?
Todo hombre, mujer y niño debe ser un trabajador para Dios.
Donde ahora hay una sola persona que siente preocupación por las almas, debería
haber cien. ¿Qué podemos hacer para despertar al pueblo a fin de que usen la
influencia y los medios que ya tienen para la gloria del Maestro? Que aquellos
que tienen un talento lo usen bien, y al hacerlo lo encontrarán duplicado. Dios
aceptará será acepto "según lo que uno tiene, no según lo que no
tiene". Review and Herald, 14 de marzo del 1878.
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