Dios tiene una abundancia de gracia y poder esperando nuestra demanda. Pero la razón por la que no sentimos nuestra gran necesidad es porque nos miramos a nosotros mismos y no a Jesús. No exaltamos a Jesús ni confiamos totalmente en sus méritos.
La provisión hecha es completa, y la justicia eterna de Cristo se coloca en la cuenta de cada alma creyente. El costoso e impecable manto, tejido en el telar celestial, ha sido provisto para el pecador arrepentido y creyente, y él puede decir: " En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas." (Isaías 61:10.)
Se ha provisto abundante gracia para que el alma creyente pueda mantenerse libre de pecado; porque todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido puesto a nuestras órdenes. Debemos sacar del pozo de la salvación. . . . En nosotros mismos somos pecadores; pero en Cristo somos justos. Habiéndonos hecho justos mediante la justicia imputada de Cristo, Dios nos declara justos y nos trata como justos. Nos mira como a sus amados hijos. Cristo obra contra el poder del pecado, y donde el pecado abundó, sobrepuja la gracia.
Podemos hacer un progreso diario en el camino ascendente
hacia la santidad y, sin embargo, encontraremos alturas aún mayores que
alcanzar; pero cada estiramiento de los músculos espirituales, cada esfuerzo
del corazón y del cerebro, saca a la luz la abundancia de la provisión de
gracia esencial para nosotros a medida que avanzamos.
Cuanto más contemplemos esas riquezas, más estaremos en posesión de ellas, y más revelaremos los méritos del sacrificio de Cristo, la protección de su justicia, su amor inexpresable, la plenitud de su sabiduría y su poder para presentarnos ante el Padre sin mancha ni arruga ni nada semejante.
Vivimos el día de la preparación. Debemos obtener una provisión completa de gracia del alfolí divino. El Señor ha hecho provisión para la demanda de cada día. God's Amazing Grace, pág. 181.