Hay muchos que profesan ser cristianos que no están unidos a Cristo. Su vida diaria, su espíritu, testifica que Cristo no está formado en su interior, la esperanza de gloria. No se puede depender de ellos, no se puede confiar en ellos. Están ansiosos por reducir su servicio al mínimo de esfuerzo y, al mismo tiempo, exigir el salario más alto. El nombre "siervo" se aplica a todas las personas; porque todos somos siervos, y sería bueno que viéramos qué molde estamos adoptando. ¿Es el molde de la infidelidad o de la fidelidad?
¿Es la disposición general de los siervos el hacer todo lo posible? ¿No es más bien la moda predominante deslizarse por el trabajo tan rápido como sea posible, tan fácilmente como sea posible, y obtener los salarios al menor costo posible para ellos mismos? El objetivo no es ser lo más minucioso posible, sino obtener la remuneración. Los que profesan ser siervos de Cristo no deben olvidar el mandato del apóstol Pablo: " Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís."
Los que entran en la obra como "sirviendo al ojo" descubrirán que su trabajo no puede soportar la insprección ni de los mortales ni de los ángeles. Lo esencial para un trabajo exitoso es el conocimiento de Cristo; porque ese conocimiento dará sólidos principios de rectitud e impartirá un espíritu noble y abnegado, como el de nuestro Salvador a quien profesamos servir. La fidelidad, la economía, el cuidado, la minuciosidad deben caracterizar todo nuestro trabajo, dondequiera que estemos, ya sea en la cocina, en el taller, en la oficina de publicaciones, en el sanatorio, en el colegio o en cualquier lugar donde estemos colocados en la viña del Señor. "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto." —Review and Herald, 22 de septiembre del 1891.
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