La conversión genuina nos lleva diariamente a la comunión con Dios. Habrá tentaciones que enfrentar, y una fuerte corriente subterránea que nos alejaría de Dios hacia nuestro antiguo estado de indiferencia y olvido pecaminoso de Dios. Ningún corazón humano puede permanecer fuerte sin la gracia divina. Ningún hombre puede permanecer convertido a menos que se cuide a sí mismo y el Maestro tenga cuidado de él. A menos que el corazón se aferre a Dios, y Dios se aferre a él, se volverá seguro de sí mismo y lleno de exaltación propia y seguramente tropezará y caerá. El poder de Dios a través de la fe era la dependencia de Pablo: "ya no vivo yo," exclamó en su humildad, "mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20). "Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado." (1 Corintios 9:26, 27.)
Pablo tenía un temor tan constante, de que sus malas propensiones lo vencieran, que constantemente luchaba, con firme resistencia, con apetitos y pasiones rebeldes. Si el gran apóstol tenía ganas de temblar ante su debilidad, ¿quién tiene derecho a sentirse seguro de sí mismo y a ser jactancioso? En el momento en que comenzamos a sentirnos autosuficientes y confiados, entonces estamos en peligro de un fracaso vergonzoso.
Nuestra única defensa segura contra los pecados que nos acosan es la oración, la oración diaria y a cada hora. No el ser un día celoso y al siguiente despreocupado, sino que a través de la vigilancia y del fervor, volverse vitalizado mediante la relación con Dios. La oración es necesaria, y no debemos esperar a sentir, sino orar, orar fervientemente, tengamos tengams deseos de hacerlo o no. El cielo está abierto a nuestras oraciones. La oración es el canal que conduce nuestra gratitud y los anhelos de nuestra alma d recibir la bendición divina hacia el trono de Dios, para que nos sean devueltas en refrescantes lluvias de la gracia divina. Muchos permiten que ese canal se congele, y como resultado se interrumpe la conexión con el cielo. . . . ¡Oh, que pasemos más tiempo de rodillas y menos tiempo haciendo planes para nosotros mismos y pensando que podemos hacer algo grande por nuestra cuenta! Our Father Cares, pág. 244.
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