Wednesday, February 2, 2022

Un Contrato Mutuo

 

La salvación está asegurada por un contrato mutuo. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". ¿Aceptará usted, con todo su corazón, mente y alma, ese contrato?

Mire a su Redentor con fe y confianza llena de amor, en busca de poder y sabiduría para hacer la obra de la edificación del carácter. Se sienta como refinador, para purificar el oro y la plata de toda escoria. Entonces mírelo continuamente a Él, y ningún material barato o sin valor se incorporará a la estructura de la edificación de su carácter.

Por la fe podéis aceptar los méritos de la sangre del Hijo de Dios, que Él ha derramado para que el pecador no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios ha puesto sobre Él todo poder, para impartir ayuda a todo aquel que rompa con Satanás y reconozca a Cristo como su única esperanza. . . . Cuando esté listo para cooperar con Aquel que puede evitar que caiga, sus resoluciones serán de algún valor. Cristo, el principal Sanador, le sanará. Él trabaja poderosamente con todos los que son serios. Él dará fuerza y victoria. Todos los rasgos mezquinos y malvados del carácter pueden ser quitados por Aquel que lo ha comprado como Su propiedad. . . .

Rompa con el enemigo. Libérense del príncipe de la potestad del aire y de la legión de sus asociados.

Satanás resistirá los esfuerzos de aquellos que elijan estar del lado del Señor. Recurrirá a todo tipo de engaños para frustrar sus esfuerzos. Pero Dios ha dado a su Hijo para que lleve los pecados de aquellos que buscan su verdad y justicia. Él está listo para impartir gracia a todos los que lo miran con fe...

El ejercicio de la fe y del valor varonil ampliará la comprensión de lo que significa ser cristiano. Debemos buscar esa fe que obra por el amor y purifica el alma. Tendremos severos conflictos con nuestras tendencias al mal hereditarias y cultivadas. Debe haber una dependencia firme en el Capitán de nuestra salvación. Él no dejará de hacer Su parte.  In Heavenly Places, pág. 19.

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