Dios nos ha dado Su Palabra como una lámpara para nuestros pies y una lumbrera para nuestro camino. Sus enseñanzas tienen una relación vital con nuestra prosperidad en todas las relaciones de la vida. Incluyendo nuestros asuntos temporales, será una guía más sabia que cualquier otro consejero. Su instrucción divina es el único camino al éxito. No hay posición social, ninguna fase de la experiencia humana, para la cual el estudio de la Biblia no sea una preparación esencial.
La Biblia es el gran estándar entre el bien y del mal, que define claramente el pecado y la santidad. Sus principios vivos, que recorren nuestras vidas como hilos de oro, son nuestra única salvaguardia en las pruebas y tentaciones.
La Biblia es un diagrama que nos muestra los hitos de la verdad. Aquellos que estén familiarizados con ese gráfico podrán caminar con certeza en el camino del deber, dondequiera que sean llamados a ir.
La Biblia contiene un sistema sencillo y completo de teología y filosofía. Es el libro que nos hace sabios para la salvación. Nos dice cómo llegar a las moradas de la felicidad eterna. Nos habla del amor de Dios como se muestra en el plan de redención, impartiendo el conocimiento esencial para todos: el conocimiento de Cristo. Él es el Enviado de Dios; Él es el Autor de nuestra salvación. Pero aparte de la Palabra de Dios, no podríamos tener conocimiento de que una persona como el Señor Jesús alguna vez visitó nuestro mundo, ni ningún conocimiento de Su divinidad, como lo indica Su existencia previa con el Padre.
La Biblia no fue escrita sólo para el erudito; por el contrario, fue diseñada para la gente común. Las grandes verdades necesarias para nuestra salvación se hacen tan claras como el mediodía, y nadie se equivocará y perderá el camino, excepto aquellos que siguen su propio juicio en lugar de la voluntad de Dios claramente revelada.
La Palabra de Dios ataca todo rasgo erróneo del carácter, moldeando al hombre por completo, externamente, abatiendo su orgullo y exaltación propia, induciéndolo a llevar el Espíritu de Cristo tanto a los deberes más pequeños como a los más grandes de la vida. Le enseña a ser inquebrantable en su lealtad a la justicia y la pureza y, al mismo tiempo, a ser siempre amable y compasivo.
La apreciación de la Biblia crece con su estudio. Cualquiera que sea el camino que tome el estudiante, encontrará desplegados la infinita sabiduría y el amor de Dios. Para quien está verdaderamente convertido, la Palabra de Dios es la alegría y el consuelo de la vida. El Espíritu de Dios le habla, y su corazón se vuelve como un jardín bien regado.
El corazón que ha almacenado con las preciosas verdades de la Palabra de Dios está fortalecido contra las tentaciones de Satanás, contra los pensamientos impuros y las acciones impías.
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