Tuesday, May 24, 2022

Sus Promesas Son Para Mí

 


La preciosa Biblia es el jardín de Dios, y sus promesas son los lirios, las rosas y los claveles.
Cómo deseo que todos pudiéramos creer en las promesas de Dios. . . . No debemos buscar en nuestros corazones una emoción gozosa como evidencia de nuestra aceptación con el Cielo, sino que debemos aceptar las promesas de Dios y decir: "Son mías. El Señor permite que Su Espíritu Santo descanse sobre mí. Estoy recibiendo la luz, porque la promesa es: 'Creed que recibiréis las cosas que pedís, y las tendréis'. Por fe alcanzo detrás del velo y me aferro a Cristo, mi fortaleza. Doy gracias a Dios porque tengo un Salvador”.

Las Escrituras deben ser recibidas como la palabra de Dios para nosotros, no meramente escrita, sino hablada. Cuando los afligidos fueron a Cristo, Él vio no sólo a los que pedían ayuda, sino a todos los que a lo largo de los siglos habían de venir a Él con la misma necesidad y con la misma fe. Cuando dijo al paralítico: "Hijo, ten buen ánimo, tus pecados te son perdonados"; cuando dijo a la mujer de Cafarnaúm: "Hija, ten ánimo; tu fe te ha salvado; vete en paz", habló a otros afligidos, agobiados por el pecado, que habían de buscar su ayuda.

Así ocurre con todas las promesas de la Palabra de Dios. En ellas Él nos está hablando individualmente, hablándonos tan directamente como si pudiéramos escuchar Su voz. Es en esas promesas que Cristo nos comunica Su gracia y poder. Son hojas de ese árbol que es "para la sanidad de las naciones". Recibidas, asimiladas, han de ser la fortalerza del carácter, la inspiración y el sustento de la vida....

Aliméntese de las promesas; conténtese con confiar en la simple promesa de la Palabra de Dios. Cuelgue en el salón de la memoria las preciosas palabras de Cristo. Deben valorarse mucho más que la plata o el oro. The Faith I Live By, pág. 9.

Wednesday, May 18, 2022

Dependencia de Dios

 


La primera lección que ha de ser enseñada. . . es la lección de dependencia de Dios. . . . Como la flor del campo tiene su raíz en la tierra; así como debe recibir aire, rocío, lluvia y sol, así debemos recibir de Dios lo que ministra a la vida del alma.

La presencia de Dios está garantizada al cristiano. Esa Roca de la fe es la presencia viva de Dios. Los más débiles pueden depender de ello. Aquellos que se creen los más fuertes pueden convertirse en los más débiles a menos que dependan de Cristo como su eficiencia, su dignidad. Esa es la Roca sobre la cual podemos edificar con éxito. Dios está cerca en el sacrificio expiatorio de Cristo, en Su intercesión, Su amoroso y tierno poder gobernante sobre la iglesia. Sentado junto al trono eterno, Él los observa con intenso interés. Mientras los miembros de la iglesia, por medio de la fe, obtengan savia y alimento de Jesucristo, y no de las opiniones, inventos y métodos de los hombres. Si teniendo una convicción de la cercanía de Dios en Cristo, ponen toda su confianza en Él, tendrán una conexión vital con Cristo como el pámpano tiene conexión con la vid. La iglesia no se establece sobre teorías de hombres, sobre planes y formas elaborados a largo plazo. Depende de Cristo,su justicia. Está edificada sobre la fe en Cristo, “y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. . . .

La fortaleza de toda alma está en Dios y no en el hombre. La tranquilidad y la confianza han de ser la fuerza de todos los que entregan su corazón a Dios. Cristo no tiene un interés casual en nosotros, sino un interés más fuerte que el de una madre por su hijo. . . . Nuestro Salvador nos ha comprado con el sufrimiento y el dolor humanos, con el insulto, el reproche, el abuso, la burla, el rechazo y la muerte. Él vela por ti, tembloroso hijo de Dios. Él te hará seguro bajo Su protección. . . . Nuestra debilidad en la naturaleza humana no impedirá nuestro acceso al Padre celestial, porque Él [Cristo] murió para interceder por nosotros.  Our Father Cares, pág. 22.

 

Wednesday, May 11, 2022

El Manto de la Justicia de Cristo

 

El manto blanco de la inocencia fue usado por nuestros primeros padres cuando fueron colocados por Dios en el santo Edén. Vivían en perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Toda la fuerza de sus afectos se entregó a su Padre celestial. Una hermosa luz suave, la luz de Dios, envolvía a la santa pareja. Ese manto de luz era un símbolo de sus vestiduras espirituales de inocencia celestial. Si hubieran permanecido fieles a Dios, siempre habría seguido envolviéndolos. Pero cuando entró el pecado, cortaron su conexión con Dios, y la luz que los había rodeado se fue. Desnudos y avergonzados, trataron de suplir el lugar de las vestiduras celestiales cosiendo hojas de higuera para cubrirse.

Eso es lo que han hecho los transgresores de la ley de Dios desde el día de la desobediencia de Adán y Eva. Han cosido hojas de higuera para cubrir la desnudez causada por la transgresión. Se han puesto las vestiduras de su propia invención, por sus propias obras han tratado de cubrir sus pecados y hacerse aceptables ante Dios.

     Pero eso nunca podrán hacerlo. El ser humano nunca podrá idear ninguna cosa para suplir el lugar de su manto perdido de inocencia. Los que lleguen a sentarse con Cristo y los ángeles en la cena de las bodas del Cordero no pueden usar vestiduras de hojas de higuera, ni vestidos de ciudadanos mundanos.

Sólo la cubierta que Cristo mismo ha provisto puede hacernos aptos para aparecer en la presencia de Dios. Cristo pondrá esa cubierta, el manto de su propia justicia, sobre cada alma arrepentida y creyente...

Ese manto, tejido en el telar del cielo, no tiene ni un hilo de invención humana. Cristo en su humanidad forjó un carácter perfecto, y ese carácter Él ofrece impartirnos. "Todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia". Todo lo que podemos hacer por nosotros mismos está contaminado por el pecado. Pero el Hijo de Dios "se manifestó para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él".

Por Su perfecta obediencia, Él ha hecho posible que cada ser humano obedezca los mandamientos de Dios. Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con Su corazón, la voluntad se fusiona con Su voluntad, la mente se vuelve una con Su mente, los pensamientos son llevados cautivos a Él; vivimos Su vida. Eso es lo que significa ser revestido con el manto de Su justicia. Entonces, cuando el Señor nos mira, no ve el vestido de hoja de higuera, ni la desnudez y la deformidad del pecado, sino su propio manto de justicia, que es la obediencia perfecta a la ley de Jehová.  Lift Him Up, pág. 163.

Tuesday, May 3, 2022

Por los Lazos de la Simpatía Humana

Él [Cristo] no pasó por alto a ningún ser humano como inútil, sino que procuró aplicar el remedio curativo a cada alma. En cualquier compañía en la que se encontrara, presentó una lección apropiada para el tiempo y las circunstancias. Cada descuido o insulto mostrado por los hombres a sus semejantes sólo lo hizo más consciente de su necesidad de Su simpatía divino-humana. Trató de inspirar esperanza a los más toscos y menos prometedores, poniendo ante ellos la seguridad de que podrían llegar a ser irreprensibles e inofensivos, alcanzando un carácter tal que los hiciera manifestar que eran hijos de Dios...

Aunque era judío, Jesús se mezcló libremente con los samaritanos, despreciando las costumbres farisaicas de su nación. Ante sus prejuicios aceptó la hospitalidad de ese pueblo despreciado. Durmió con ellos bajo sus techos, comió con ellos en sus mesas, participando de la comida preparada y servida por sus manos, enseñó en sus calles y los trató con la mayor amabilidad y cortesía. Y mientras atraía sus corazones hacia Él por el lazo de la simpatía humana, Su divina gracia les trajo la salvación que los judíos rechazaron.

Cristo no desperdició ninguna oportunidad de proclamar el Evangelio de salvación. Escuche Sus maravillosas palabras a esa mujer de Samaria. Estaba sentado junto al pozo de Jacob, cuando la mujer vino a sacar agua. Para su sorpresa, Él le pidió un favor. "Dame de beber", dijo. Quería un trago fresco, y también deseaba abrir el camino por el cual pudiera darle a ella el agua de la vida. “¿Cómo es”, dijo la mujer, “que tú, siendo judía, me pides de beber a mí, que soy una mujer de Samaria? Porque los judíos no tienen trato con los samaritanos”. Jesús respondió: "Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva" (Juan 4:7-10). . . . .

¡Cuánto interés manifestó Cristo en esa única mujer! ¡Cuán fervientes y elocuentes fueron sus palabras! Cuando la mujer las oyó, dejó su cántaro y se fue a la ciudad, diciendo a sus amigos: "Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?" Leemos que "muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él" (versículos 29, 39). ¿Y quién puede estimar la influencia que esas palabras han ejercido para la salvación de las almas en los años que han pasado desde entonces?

Dondequiera que los corazones estén abiertos para recibir la verdad, Cristo está listo para instruirlos. Les revela al Padre, y el servicio agradable al que lee el corazón. Para tales Él no usa parábolas. A ellos, como a la mujer junto al pozo, les dice: "Yo soy, el que habla contigo". Lift Him Up, pág. 183.