Jesús invita a los hijos e hijas de Adán, cansados y cargados de preocupaciones, a venir a Él y poner sobre Él sus pesadas cargas. Pero muchos de los que escuchan esa invitación, mientras suspiran por descansar, siguen adelante por el camino escabroso, abrazando sus cargas cerca de su corazón. Jesús los ama y anhela llevar sus cargas y también a ellos mismos en sus fuertes brazos. Quitaría los temores y las incertidumbres que les roban la paz y el descanso; pero primero deben venir a Él y contarle las aflicciones secretas de su corazón. Invita la confianza de su pueblo como prueba de su amor por él. El don del corazón humilde y confiado es más precioso para Él que todas la opulencia que pueden otorgar las riquezas. Si tan sólo acudieran a Él con la sencillez y confianza con la que un niño acude a Sus padres, el toque divino de Sus manos los aliviaría de sus cargas.
Jesús, nuestro Salvador compasivo, es el camino, la verdad y la vida. ¿Por qué no aceptaremos su oferta de gracia de misericordia, creemos en sus promesas y no hacemos que el camino de la vida sea tan difícil? . . . Los caminos de Cristo son caminos deleitosos, y todas sus sendas son de paz. Si hemos hecho senderos ásperos para nuestros pies, y hemos tomado grandes cargas de cuidado al acumular para nosotros tesoros sobre la tierra, cambiemos ahora y sigamos el camino que Jesús ha preparado para nosotros.
No siempre estamos dispuestos a ir a Jesús con nuestras pruebas y dificultades. A veces vertemos nuestros problemas en los oídos humanos, y contamos nuestras aflicciones a aquellos que no pueden ayudarnos, y descuidamos confiar todo a Jesús, quien es capaz de cambiar el camino doloroso por caminos de alegría y paz. . . . ¡Oh, que todos, ministros y pueblo, lleven sus cargas y perplejidades a Jesús, que está esperando para recibirlos y darles paz y descanso!
Es una lucha terriblemente dura renunciar a la propia voluntad y a los propios caminos. Pero una vez que esa lección es aprendida, encontrarán descanso y paz. Hay que vencer el orgullo, el egoísmo y la ambición; su voluntad debe ser absorbida en la voluntad de Cristo. La vida entera puede convertirse en un constante sacrificio de amor, cada acción en una manifestación y cada palabra en una expresión de amor. Así como la vida de la vid circula por el tallo y el racimo, desciende a las fibras inferiores y llega hasta la hoja más alta, así la gracia y el amor de Cristo arderán y abundarán en el alma, enviando sus virtudes a cada parte del ser, y penetrando cada ejercicio de cuerpo y mente. Lift Him Up, pág. 277.
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