Esta es la ofrenda de un regalo de vida a nuestro favor, para que seamos todo lo que Él desea que seamos: representantes suyos, que expresen la fragancia de Su carácter, Sus propios pensamientos puros, Sus atributos divinos como se manifiestan en Su santificada vida humana, a fin de que otros puedan contemplarlo en su forma humana, y . . . sean inducidos a desear ser como Cristo: puros, impolutos, totalmente aceptables a Dios, sin mancha ni arruga ni cosa semejante.
¡Con qué fervor prosiguió Cristo la obra de nuestra salvación! ¡Qué devoción reveló Su vida cuando procuró dar valor al hombre caído al imputar a cada pecador arrepentido y creyente los méritos de Su justicia inmaculada! ¡Cuán incansablemente trabajó! En el Templo y en la sinagoga, en las calles de las ciudades, en la plaza del mercado, en el taller, a la orilla del mar, entre las colinas, predicaba el Evangelio y sanaba a los enfermos. Dio todo lo que había de sí mismo para poder llevar a cabo el plan de la gracia redentora.
Cristo ofreció Su cuerpo quebrantado para comprar de nuevo la herencia de Dios, a fin de darle al hombre otra prueba. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). Por Su vida sin mancha, Su obediencia, Su muerte en la cruz del Calvario, Cristo intercedió por la raza perdida. Y ahora, no como un simple suplicante intercede por nosotros el Capitán de nuestra salvación, sino como un Vencedor que reclama Su victoria. Su ofrenda es completa y, como nuestro Intercesor, ejecuta la obra que se ha asignado a sí mismo, sosteniendo ante Dios el incensario que contiene sus propios méritos inmaculados y las oraciones, confesiones y acciones de gracias de su pueblo. Perfumados con la fragancia de su justicia, éstos ascienden a Dios como olor grato. La ofrenda es totalmente aceptable, y el perdón cubre toda transgresión. God's Amazing Grace, pág. 174.