Es una cosa el tratar la Bblia como un libro de buena instrucción moral, para ser tenida en cuenta en la medida en que sea coherente con el espíritu de los tiempos y nuestra posición en el mundo; pero otra cosa es considerarla como lo que realmente es: la Palabra del Dios vivo, la Palabra que es nuestra vida, la Palabra que debe moldear nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros pensamientos. Considerar la Palabra de Dios como algo menos que esto es rechazarla.
La Palabra de Dios es un detector de carácter, un probador de motivos. Debemos leer esa Palabra con el corazón y la mente abiertos para recibir las impresiones que Dios dará. No debemos pensar que la lectura de la Palabra puede lograr lo que sólo Aquel a quien la Palabra revela, que está detrás de la Palabra, puede lograr. Algunos corren el peligro de apresurarse a concluir que, porque se aferran firmemente a las doctrinas de la verdad, están realmente en posesión de las bendiciones que estas doctrinas declaran que recibirán los que reciben la verdad. Muchos guardan la verdad en el atrio exterior. Sus principios sagrados no tienen una influencia controladora sobre las palabras, los pensamientos y las acciones....
La verdad debe llegar a lo más profundo del alma y limpiar todo lo que sea diferente del espíritu de Cristo, y el vacío debe ser suplido por los atributos de su carácter, que era puro, santo e inmaculado, para que todas las fuentes del corazón sean como flores, fragantes con perfume, un olor fragante, un sabor de vida para vida. The Faith I Live By, pág. 18.
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