Tuesday, August 6, 2024

Un Restaurador

 

 

El Hijo de Dios vino al mundo como restaurador. Él era el Camino, la Verdad y la Vida. Toda palabra que pronunciaba era espíritu y vida. Hablaba con autoridad, consciente de su poder para bendecir a la humanidad y liberar a los cautivos atados por Satanás; consciente también de que con su presencia podía traer al mundo plenitud de gozo. Anhelaba ayudar a todo miembro oprimido y sufriente de la familia humana, y demostrar que era su prerrogativa bendecir, no condenar. 

No era un robo para Cristo hacer las obras de Dios, pues ése era el propósito que había venido a cumplir desde el cielo, y para ello tenía a su disposición los tesoros de la eternidad. En la disposición de sus dones no debía conocer ningún control. Pasó por alto a los que se exaltaban a sí mismos, a los honrados y a los ricos, y se mezcló con los pobres y oprimidos, trayendo a sus vidas un resplandor, una esperanza y una aspiración que nunca antes habían conocido. Pronunció una bendición sobre todos los que habían de sufrir por su causa, declarando: "Bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo". . . . 

Cristo se asignó claramente el derecho a la autoridad y a la lealtad. "Vosotros me llamáis Maestro y Señor -dijo-, y decís bien, porque lo soy." "Uno es vuestro Maestro, el Cristo." De ese modo mantuvo la dignidad que pertenecía a su nombre, y la autoridad y el poder que poseía en el cielo. 

Hubo ocasiones en que habló con la dignidad de su propia y verdadera grandeza. "El que tiene oídos para oír -dijo-, oiga." Con esas palabras, sólo estaba repitiendo el mandato de Dios, cuando desde su excelente gloria el Infinito había declarado: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd." De pie en medio de los ceñudos fariseos, que procuraban hacer sentir su propia importancia, Cristo no dudó en compararse con los hombres representativos más distinguidos que habían caminado por la tierra, y en reclamar la preeminencia sobre todos ellos. 

 Jonás era uno de esos hombres, tenido en alta estima por la nación judía... Cuando Cristo recordó a las mentes de sus oyentes el mensaje de Jonás y su papel como instrumento para salvar a ese pueblo, dijo: "Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar".

 Cristo sabía que los israelitas consideraban a Salomón como el rey más grande que jamás haya blandido un cetro sobre un reino terrenal... Sin embargo, Cristo declaró:... "He aquí uno mayor que Salomón en este lugar". Lift Him Up, pág. 37.

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