Wednesday, April 7, 2010
El Hombre, Por Sí Mismo es Valorado—Parte 3
Por Helen Bond
Hasta ese tiempo, Judas no había decidido que Jesús no era el Hijo de Dios, pero había preguntado esto en su mente. Ahora empezó sutilmente a expresar sus dudas y a confundir a los discípulos. De una manera religiosa y aparentemente astuta, introdujo controversias y sentimientos engañosos y mientras los discípulos buscaban evidencias para confirmar las palabras del gran Maestro, Judas los conducía casi imperceptiblemente por otro camino, dando a las palabras de Cristo un significado que él no les había impartido.
Todas las dificultades y las cruces grandes o pequeñas, las contrariedades y aparentes estorbos para el desalentamiento del Evangelio, eran interpretados por Judas como evidencias contra su veracidad. Sin embargo, todo esto era hecho de una manera que parecía concienzuda.
No se oponía abiertamente, ni parecía poner en duda las lecciones del Salvador. No murmuró abiertamente pero en todo lo que Cristo decía a sus discípulos, había algo con lo cual Judas no estaba de acuerdo en su corazón. La práctica de las verdades que Cristo enseñaba defería de sus deseos y propósitos.
Cuando María ungió los pies del Salvador, Judas manifestó su disposicón codiciosa y cuando Jesús lo reprendió, su espíritu se transformó en hiel. Su orgullo herido y un deseo de venganza quebrantaron las barreras. Los deseos malignos, codiciosos, vengativos, los pensamientos oscuros y ásperos fueron acariciados, y Satanás obtuvo el control completo sobre él.
De esa manera, un discípulo en humildad aprende de Jesús, mientras que otro revela que él no es un hacedor de la Palabra, sino sólo un oidor. Uno, muriendo diariamente al yo y venciendo al pecado está siendo santificado a través de la verdad. El otro, resistiendo el poder transformador de la gracia y acariciando deseos egoístas, es llevado a la esclavitud de Satanás.
Juan y Judas empezaron su relación con Jesús con las mismas ventajas y desventajas. Uno llegó a ser conocido como el "discípulo amado" —el otro como el que entregó al "Hijo de Dios".
Podemos preguntarnos esto: ¿Podía Jesús haber amado a Judas tanto como amó a Juan? Es interesante notar que aunque Judas traicionó a Jesús, esto no alteró su actitud hacia él. Uno de los registros más maravillosos es el de Jesús llamando a Judas "amigo" cuando éste le dio el beso traidor.
En el pretorio cuando Judas se arrojó a los pies de Jesús, reconociéndole como el Hijo de Dios y rogándole que se salvara a sí mismo, Jesús no le hizo ningún reproche. Él sabía que Judas no se había arrepentido y que su confesión fue arrancada a su alma culpable, por un sentido espantoso de condenación y una horrenda esperanza de juicio, pero que no sentía un profundo pesar por haber traicionado al inmaculado Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no pronunció ninguna palabra de condenación. Aún entonces, compasivamente mostró su amor y paciencia al decir simplemtne: "Para esta hora he venido al mundo."
Fue este amor de Jesús, a pesar de lo que Judas había hecho, lo que hizo que fuera imposible para él vivir consigo mismo. Es una cosa terrible traicionar a alguien y después recibir solamente amor a cambio. De un trato tal sólo puede venir un desprecio insoportable por uno mismo. Fue este desprecio de Judas hacia sí mismo lo que lo llevó al suicidio. Sin embargo, el amor de Jesús hacia Judas no cambió. Puede estar seguro de que Jesús sintió una gran tristeza por la muerte de Judas.
No es parte de la misión de Cristo obligar a los hombres a que lo reciban. Es Satanás y los hombres que actúan guiados por su espíritu, los que buscan obligar a la conciencia. Con el pretexto de un celo por la justicia, los hombres que están undos con los ángeles malos algunas veces ocasionan sufrimiento a sus semejantes para convertirlos a sus propias ideas religiosas, pero Cristo está siempre mostrando misericordia, siempre buscando ganar al revelar su amor. Él no puede admitir ningún rival en el alma, ni acepta un servicio parcial, sólo pide un servicio voluntario, la entrega voluntaria del corazón.
Nuestro amor por el pequeño recién nacido en nuestro hogar no depende de su capacidad subdesarrollada para corresponder a nuestro amor. En vez de eso, cultivamos y atraemos su amor al demostrar nuestro deleite hacia él. Ni nunca se nos ocurrirá el tratar de forzarlo a amarnos. Su reacción aumenta gradualmente cuando él siente que lo amamos. De esa manera, la profundidad y el fervor del afecto de Juan por su Maestro no fueron la causa del amor de Cristo hacia él, sino sólo el efecto de éste; mientras que Judas nunca llegó al punto de entregarse completamente a Cristo. Él no renunciaría a su ambición mundana o a su amor por el dinero. Jesús amó a Judas más de lo necesario. No había la menor excusa para su fracaso.
Todavía, como antaño, el hombre por sí mismo es valorado.
Por treinta piezas Judas se vendió a sí mismo, no a Cristo.
"Un asunto que debería ser meditado, estudiado e investigado sinceramente es: ¿Qué debemos hacer para ser salvos? ¿Cuál debería ser nuestra conducta para que podamos presentarnos a Dios aprobados? ...¿Permaneceré sin culpa ante el trono de Dios? Sólo el que no tiene mancha podrá estar allí.
Ninguno será llevado al cielo si su corazón está lleno de la inmundicia de la tierra. Cada defecto en el carácter moral debe ser primero remediado, cada mancha removida por la sangre purificadora de Cristo y todos los rasgos feos y desagradables de carácter, debe ser vencidos." Testimonies, tomo 1, pág. 705. "Cuando Cristo aparezca, no será para corregir esos males y entonces darnos la aptitud moral para su venida. Esta preparación debe ser hecha antes de que él venga." Ibid.
"Un carácter celestial debe ser adquirido en la tierra. . .o nunca lo poseeréis; por lo tanto, debéis comprometeros de inmediato en la obra que tenéis que hacer. Debéis trabajar fervientemente para obtener una idoneidad para el cielo." Ibid., tomo 2, pág. 430.
"El apóstol Pablo escribió: ‘Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación’. 1 Tesalonicenses 4:3. La santificación de la iglesia es el propósito de Dios en todo su trato con su pueblo. Lo escogió desde la eternidad, para que fuese santo. Dio a su Hijo para que muriese por él, a fin de que fuese santificado por medio de la obediencia a la verdad, despojándose de todas las pequeñeces del yo. Require de él una obra personal, una entrega individual." Los Hechos de los Apóstoles, págs. 446–47.
La razón por la cual muchos en esta época del mundo no progresan grandemente en la vida divina es porque interpetan la voluntad de Dios de la manera que ellos quieren. Los que obtendrán la bendición de la santificación deben aprender el signifiado de la abnegación. Las instrucciones colocadas en la Palabra de Dios no permiten transigir con el maligno. Sus hijos [de Dios] deben seguir por donde él ha marcado el camino, sacrificando cualquier conveniencia o indulgencia egoísta, a cualquier costo de trabajo o sufrimiento. Deben mantener una constante batalla con el yo. "Poned vuestra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza." El Ministerio de Curación, pág. 56.
Juan no enseñó que la salvación se obtendría mediante la obediencia, sino que la obediencia es el fruto the la fe y del amor. El Señor quiere que todos sus hijos sean felices, pacíficos y obedientes. A través de la fe, toda deficiencia de carácter puede ser suplida, toda mancha limpiada, toda falta corregida, toda excelencia desarrollada.
"Cualquiera que sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar vuestra alma y vuestro cuerpo, por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela libraros. Él infundirá vida al alma de los que ‘estabais muertos en vuestros delitos’. Efesios 2:1. Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenos del pecado." El Ministerio de Curación, pág. 56. Sus pecados pueden ser como montañas ante usted, pero si humilla su corazón y confiesa sus pecados, confiando en los méritios de un Salvador resucitado, él lo perdonará y lo limpiará de todas sus iniquidades.
Pero Dios exige de usted una absoluta conformidad a su ley, No le rehusemos aquello que, aunque no puede ser dado con mérito, sin embargo, no puede ser negado sin sufrir la ruina. Él requiere el homenaje de un corazón santificado que se ha preparado a sí mismo mediante el ejercicio de la fe que obra por amor para servirle. Él pide todo el corazón. Déselo. Le pertenece —tanto por creación como por redención. Él pide su inteligencia. Désela, es suya. Él pide su dinero. Déselo, es suyo. Ustedes no se pertenecen, son comprados por precio. Véase 1 Corintios 6:20. Desee la plenitud de la gracia de Cristo. Deje que su corazón se llene con un intenso deseo por su justicia. Porque la voluntad de Dios es su santificación. ¿Es también su deseo? ¿O se contentará solamente con una forma de santidad?
¿Es usted uno de los profesos seguidores de Cristo que no es hacedor de la Palabra, sino un oidor? ¿O se está rindiendo al poder modelador de Cristo, procurando colocarse en armonía con el Modelo Divino? ¿Está abriendo su propio corazón al poder transformador del Evangelio, muriendo diariamente al yo y venciendo el pecado, o está la práctica de la verdad en desacuerdo con sus deseos y propósitos?
¿Está usted tan seguro de sí mismo, y es tan exigente que no puede renunciar a sus ideas, su juicio, sus opiniones, para recibier sabiduría del cielo? ¿O conoce al manso y humilde Jesús por medio de un conocimiento experimental, aceptando la reprensión, confesando sus pecados y pidiendo perdón?
¿Está usted resistiendo el poder transformador de la gracia, para que el amor por un sólo pecado pese más que el amor por Cristo? ¿O aprecia grandemente las lecciones que él busca enseñarle? ¿Es sólida y firme su fe en las promesas de Jesús y su determinación de poner en práctica su Palabra? Y, ¿cree usted que cuando es guiado por su Palabra ricibirá fortaleza para vencer o está esperando algún milagro que remueva sus defects y manchas de pecado?
¿Puede Ud. hablar del amor de Jesús como lo hizo Juan porque lo conoce como un amigo personal? ¿O se siente molesto de una manera extraña si alguien le habla acerca de Dios en una forma muy personal? ¿Será posible que aunque Ud. sepa cómo debatir y predicar, sólo tenga una religión de argumentos e ideas—una religión que está sólo en su mente, mientras que su corazón está todavía cautivado por la pompa y el poder del mundo, sin haber llegado nunca al punto de una entrega completa?
Mientras hoy nos hacemos estas preguntas y examinamos nuestras propias vidas, ¿qué es lo que vemos? ¿Vemos que nuestros caracteres todavía poseen algunos de los atributos de los hijos del trueno? ¿algo de la confianza propia, la ambición y la avaricia egoísta del hijo de perdición? Reconociendo el amor de Jesús por nosotros y la transformación que mediante el poder del amor él nos ofrece, ¿cuál será la respuesta de nuestro corazón —y a dónde nos conducirá esto?
Cuando el tiempo de gracia se cierre, ¿cuál será la emoción que sentiremos en nuestros corazones —la de una condenación que nos hará clamar a las rocas y a las montañas para que caigan sobre nosotros, mientras nos damos cuenta de que también hemos traicionado su amor y que es demasiado tarde? ¿O con Juan, exclamaremos con asombro y admiración: "Mirad qué amor tan sublime nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios"? 1 Juan 3:1.
Este artículo está basado en Los Hechos de los Apóstoles, págs. 539–566 y en El Deseado de Todas las Gentes, págs. 717–718 y 193–295, porciones de las cuales han sido parafraseadas en este artículo. Todos los énfasis son de la autora.
Concluido.
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