Sunday, March 25, 2012

El Importante Ministerio e Imprescindible Don del Espíritu Santo Parte 6


Por Elena G. de White

Nota Editorial: Un terremoto de maginitud 7.4 sacudió a México un poco más allá de Acapulco y se sintió hasta en Ciudad México.
"Y habrá terremotos". Lucas 21:11.

"La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de cristo, y por la iglesia se manifestará finalmente la revelación final y completa del amor de Dios al mundo que ha de quedar iluminado por su gloria." Testimonios para los Ministros, pág. 50.

"El conocimiento de Dios que obra la transformación del carácter es nuestra gran necesidad. Si cumplimos con su propósito, habrá en nuestras vidas una revelación de Dios que corresponderá con las enseñanzas de su Palabra.

"Las experiencias de Enoc y de Juan el Bautista representan lo que las nuestras debieran ser. Mucho más de lo que lo hacemos, debiéramos estudiar las vidas de esos hombres—el que fue llevado al cielo sin ver la muerte, y el que, antes del primer advenimiento de Cristo, fue llamado a preparar el camino para el Señor, para enderezar sus veredas." Testimonies, tomo 8, pág. 329.

"Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos; Dando conocimiento de salud a su pueblo, Para remisión de sus pecados, Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente,
Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz." Lucas 1:76–79.

"Mirando con fe al Redentor, Juan se había elevado a la altura de la abnegación. Él no trataba de atraer a los hombres a sí mismo, sino de elvar sus pensamientos siempre más alto, hasta que reposasen en el Cordero de Dios. Él no había sido más que una voz, un clamor en el desierto." El Evangelismo, pág. 103.

"Para ocupar un lugar elevado entre los hombres, el Cielo elige al obrero que como Juan el Bautista, toma un lugar humilde delante de Dios. El discípulo que más se asemeja a un niño es el más eficiente en la labor para Dios. Los seres celestiales pueden cooperar con aquel que no trata de ensalzarse a sí mismo sino de salvar almas." Ibid.

"Juan el Bautista, en su vida en el desierto, fué enseñado por Dios. Él estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del Espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día y de noche, Cristo era su estudio, su meditación, hasta que su mente, su corazón y su alma quedaron llenos de la gloriosa visión.

"Él miraba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Contemplaba la majestad de la santidad, y se reconocía ineficiente e indigno. Debía declarar el mensaje de Dios. Había de subsistir en el poder y justicia de Dios. Estaba listo para ir como mensajero del cielo, sin temor de lo humano, porque había considerado lo divino. Podía estar sin miedo
en presencia de los monarcas terrenos, porque con temblor se había postrado ante el Rey de reyes. . . .

"En este tiempo, justamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de Juan el Bautista. Dios llama a hombres que preparen un pueblo para que subsista en el gran día del Señor. El mensaje que precedió al ministerio público de Cristo fué: Arrepentíos, publicanos y pecadores; arrepentíos fariseos y saduceos; 'arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.' En nuestro carácter de pueblo que cree en la inminente venida de Cristo, tenemos un mensaje que dar: 'Aparéjate para venir al encuentro a tu Dios.'" Obreros Evangélicos, págs. 55–56.

"Caminó pues, Henoch con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios." Génesis 5:24.

"Por la fe Enoch fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios. Y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios." Hebreos 11:5.

"Acerca de Enoc fué escrito que vivió sesenta año y engendró un hijo; después de lo cual anduvo con Dios trescientos años. Durante aquellos primeros años, Enoc había amado y temido a Dios y guardado sus mandamientos. Después del nacimiento de su primer hijo, alcanzó una experiencia más elevada; fué atraído en relación más íntima con Dios. Al notar el amor del niño por su padre, su sencilla confianza en la protección de él; al sentir la profunda y anhelante ternura de su corazón hacia aquel hijo primogénito, aprendió una preciosa lección del prodogioso amor de Dios hacia le hombre en el don de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios pueden depositar en su Padre celestial. El amor infinito, insondable, de Dios por Cristo, vino a ser el tema de sus meditaciones día y noche. Con todo el fervor su alma trató de revelar aquel amor a la gente entre la cual vivía.

"El andar de Enoc con Dios no era en éxtasis o visión, sino en todos los deberes de su vida diaria. No se hizo ermitaño, ni se separó completamente del mundo; porque tenía, en este mundo, una obra que hacer para Dios. Ena la familia y en su trato con los hombres, como esposo y padre, como amigo y ciudadano, fué él leal fi firme siervo de Dios.

"En medio de una vida de labor activa, Enoc mantuvo constantemente su comunión con Dios. Cuanto mayores y más apremientes eran sus labores, tanto más constantes y fervientes eran sus oraciones. Él seguía excluyéndose de toda sociedad en ciertos períodos. Después de permanecer por un tiempo entre la gente, trabajando para beneficiarla por su instrucción y ejemplo, se retiraba, para pasar un tiempo en la soledad, con hambre y sed de aquel conocimiento divino que sólo Dios puede impartir.

"Al comulgar así con Dios, Enoc llegó a reflejar más y más la imagen divina. Su rostro irradiaba una santa luz, la luz que brilla en el rostro de Jesús. Al terminar esos períodos de comunión divina, hasta los impíos contemplaban con reverente temor el sello que el cielo había puesto sobre su rostro.

"Su fe se volvía más fuerte, su amor más ardiente, con el transcurso de los siglos. Para él la oración era como el aliento del alma. Vivía en la atmósfera del cielo." Obreros Evangélicos, págs. 52–53.

"El poder de Dios que obraba con su siervo fue sentido por los que escucharon. . . . El corazón de Enoch estaba en los tesoros eternos. Mientras todavía estaba en la tierra, él moraba, por la fe, en el reino de luz." Testimonies, tomo 8, págs. 330, 331.

"'Bianaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán a Dios.' Durante trescientos años Enoc había estado buscando la pureza de corazón, a fin de estar en armonía con el cielo. Durante tres siglos había andado con Dios. Día tras día había anhelado una unión más íntima; la comunión se había vuelto más y más cercana, hasta que Dios lo tomó a sí mismo. Él había estado en los umbrales del mundo eterno, había mediado tan sólo un paso entre él y la tierra de los bienaventurados; y ahora se abrieron los portales; el andar con Dios, tanto tiempo seguido en la tierra, continuó, y él pasó por las puertas de la santa ciudad,—el primer hombre que entrase allí. . . .

"Dios nos llama a una comunión tal. Como fué la de Enoc debe ser la santidad de carácter de aquellos que serán redimidos de entre los hombres en la segunda venida del Señor." Obreros Evangélicos, págs. 54–55.

Continuará. . .

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