"Desde la zarsa ardiendo, Dios reprochó a Moisés por su incredulidad cuando rogó acerca de su inabilidad de hablar. '¿Quién dio la boca al hombre?' Él dijo, '¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.' Cuando la palabra del Señor fue recibida por Jeremías, él dijo, '!!Ah! !!ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.' Pero el Señor le dijo, 'No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.'
"El mismo Dios que dio sus mensajes a Moisés y a Jeremías dará sus mensajes a sus testigos en esta generación. 'Porque no sois vosotros los que habláis,' Cristo declaró, 'sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.' Esa palabra del Señor se ha verficado en todos los siglos, y se verificará hasta el fin del tiempo en todos los que retengan firme hasta el fin nuestra confianza del principio. Se dará el testimonio más poderoso en defensa de la fe que fue una vez dada a los santos. El Espíritu está cerca de los que son llamados a testificar en favor de la verdad y la justicia." Review and Herald, 24 de mayo del 1898.
Concluido.
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