Thursday, August 17, 2017

Cristo Trasciende el Abismo del Pecado—Parte 3

¡Qué sacrificio es este! ¿Quién puede comprenderlo? Se necesitará toda la eternidad para que el hombre entienda el plan de redención. Se le abrirá línea sobre línea, un poquito aquí y otro poquito allí.
Por la transgresión el hombre fue separado de Dios, la comunión entre ellos se rompió. Pero Jesucristo murió en la cruz del Calvario, llevando en su cuerpo los pecados de todo el mundo, y se creó un puente a través del abismo entre el cielo y la tierra por medio de esa cruz. Cristo conduce a los hombres al golfo y apunta hacia el puente que se extiende sobre él, diciendo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." Mateo 16:24.
Dios nos da un tiempo de prueba en el cual podemos probar si seremos o no leales a Él. Cristo nos pide que pongamos nuestros pecados sobre Él, el Portador del Pecado, para que podamos representar a Dios. Pero si nos negamos a dejarlos ir, tomando la responsabilidad nosotros mismos, estaremos perdidos. Podemos caer sobre Cristo, la Piedra viva, y ser quebrados, pero si esa piedra cae sobre nosotros, nos desmenuzará.
En nuestra lucha tenemos la promesa de Cristo: " El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él." Juan 14:21.
Él se manifestó a Juan, quien había sido desterrado por sus perseguidores a la solitaria isla de Patmos. Pero allí El que gobierna la tierra y guarda las aguas en su canal designado, se manifestó a Juan.... Cristo se manifestó a Pedro y lo libró de la prisión por la mano de un ángel. Se manifestó a Esteban.... Así mismo Cristo se manifestará a nosotros si somos fieles."Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." Romanos 8:38-39.
Ahora es el momento en que podemos probar si vamos a obedecer la ley de Dios, o si vamos a transgredir. Cuando un pecador descarga su carga al pie de la cruz, entonces es que la paz y la felicidad le llegan. Y hay alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente más que por noventa y nueve que no necesitan arrepentimiento....
Todo el cielo aprecia las luchas de aquellos que luchan por la corona de la vida eterna, para que sean partícipes de Cristo en la ciudad de Dios, cuyas mismas calles son de oro puro, "como vidrio transparente". Dios quiere que usted esté allí, Cristo quiere que usted esté allí, la hueste celestial quiere que usted esté allí. Los ángeles están dispuestos a permanecer en el círculo exterior, y que los que han sido redimidos por la sangre de Jesús están en el círculo interior.
¿Se da cuenta de su valor a los ojos de Dios? Él dice: "Vosotros colaboradores Conmigo". ¿Está dejando que su luz brille en rayos claros sobre un mundo caído? ¿Está buscando ejercer cada facultad y cada poder que Dios le ha dado? Puede que usted no sea un ministro, pero puede ser un testigo. Puede que no sea un orador elocuente, pero puede ser elocuente en vivir a Cristo; Puede ser elocuente en dejar que su luz brille ante los hombres. Tendrá que transitar por un camino áspero; tendrá que enfrentar los poderes de las tinieblas; pero no los enfrentará solo, porque Dios le ha dado un General.
Cristo mismo, la Majestad del cielo, guía a los hijos de Dios contra sus enemigos. Miles de santos ángeles esperan para ayudar a aquellos que buscan la inmortalidad y la vida eterna. Una corona de gloria espera a todos los que combaten la buena batalla de la fe, y cuando la guerra termine, serán recibidos con las palabras: " Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad."[Apocalipsis 22:14]. Entonces, arrojando sus coronas brillantes a los pies de Jesús, y tocando sus arpas doradas, la hueste redimida llenará todo el cielo de rica música. Sermons and Talks, tomo 2, págs, 112-114.

Concluido.

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