De la manera en que fecibimos continuamente las bendiciones
de Dios de igual manera hemos de dar continuamente. Cuando el Benefactor
celestial deje de darnos, entonces podremos ser excusados de dar, porque no
tendremos nada que otorgar. Dios nunca nos ha dejado sin evidencia de su amor,
en que Él nos hizo bien. Nnos da lluvia del cielo y estaciones fructíferas,
brindándonos abundantemente con sus misericordias y llenando nuestros corazones
de alegría....
Somos sostenidos en todo momento por el cuidado de Dios y
confirmados por su poder. Él llena nuestras mesas con comida. Nos da un sueño
pacífico y refrescante. Semanalmente nos trae el Sábado, para que podamos
descansar de nuestras labores temporales, y lo adoramos en su propia casa. Él
nos ha dado su Palabra para que sea una lámpara para nuestros pies y una luz en
nuestro sendero. En sus sagradas páginas encontramos los consejos de la
sabiduría; y tan a menudo como elevamos nuestros corazones hacia Él en contrición
y fe, nos concede las bendiciones de su gracia. Por encima de todo, tenemos el don
infinito del amado Hijo de Dios, a través del cual fluyen todas las demás
bendiciones para esta vida y para la venidera.
Sin duda, el bien y la misericordia nos siguen en cada
paso. Hasta que no deseemos que el Padre infinito deje de otorgarnos sus dones,
no deberíamos exclamar con impaciencia: "¿Acaso no habrá fin a tanto dar?
No solo debemos entregar fielmente a Dios nuestros diezmos, que él reclama como
suyps, sino que debemos rendir un tributo a su tesoro como una ofrenda de
gratitud. Permitámonos con corazones alegres traer a nuestro Creador los
primeros frutos de todas sus bondades, nuestras posesiones más selectas,
nuestro mejor y más santo servicio. Review and Herald, 9 de febrero de
1886.Concluido.
No comments:
Post a Comment