El Espíritu de Dios debe ser nuestra eficiencia en la obra
que se nos ha confiado. Ahora debemos avanzar con valentía; porque no tenemos
tiempo que perder. Aquellos que se esfuerzan ganarán la victoria. En su obra
mediadora, Cristo da a sus siervos la presencia del Espíritu Santo. Esto
significa poder y eficiencia que permitirán al agente humano representar a
Cristo en la obra de salvar almas.
Dios me ha instruido que nuestros obreros necesitan
experimentar el movimiento profundo del Espíritu de Dios; muchos necesitan una
conversión más completa. En el día de Pentecostés, en respuesta a las continuas
oraciones de los discípulos, el Espíritu Santo descendió del cielo con el
sonido de un fuerte viento. Durante siglos, las influencias celestiales habían
sido restringidas; pero en respuesta a las oraciones fervientes de estos
hombres humildes, descendieron con poder para cooperar con las agencias
humanas. Entonces, qué confesiones surgieron de los labios humanos, qué
humillación de alma se manifestó. Y qué cánticos de alabanza y acción de
gracias se mezclaron con la voz de penitencia y confesión. Todo el cielo se
inclinó para escuchar a los humildes buscadores de Dios.
A través de la gracia de Cristo, y bajo su dirección,
podemos realizar una gran obra de gran alcance. A través del poder que
impartirá el Espíritu Santo, podemos traer a las almas que ahora viven en
rebelión a Dios, para que vean la necesidad de Cristo y, aceptando la provisión
hecha para ellos, se conviertan en colaboradores junto con Dios en la obra de
salvar a otros.
Dios no le negará nada al alma que se entrega a Cristo para
servirle, sino que le dará la capacidad de realizar una obra cuyos resultados
serán tan ilimitados como la eternidad. Las manos heridas de Cristo son su
promesa de que la gracia será dada a cada alma para hacer la voluntad de Dios.
Todo poder en el cielo y en la tierra cooperará con él. Actuando como el
instrumento de Cristo en la tierra, día a día el hombre se convierte en
participante de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que hay en el
mundo a causa de la concupiscencia. La iglesia en la tierra, habiendo unido con
ella el poder de la iglesia en el cielo, será más que vencedora a través de la
sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. The Kress Collection, pág. 31.
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