"¿Qué os
parece?" el Salvador preguntó,
"Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no
deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había
descarriado? Y si acontece que la
encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las
noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre
que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños."
Mis hermanos y
hermanas, lean todo este capítulo, y permitan que esta instrucción enternezcan
sus corazones, y les ayude a comprender su deber hacia aquellos que necesitan
su ayuda. En todos los lugares, los ángeles de Dios observan qué clase de
espíritu se ejerce en favor de las almas.
Si la oveja
perdida no regresa al redil, vaga hasta que perece. Y muchas almas se arruinan
por falta de una mano extendida para salvarlas. Esos errantes pueden parecer
duros e imprudentes; pero si hubieran recibido las ventajas que otros han
tenido, podrían haber revelado mucha más nobleza de alma y un mayor talento
para la utilidad. Los ángeles se compadecen de esos errantes. Los ángeles
lloran, mientras que los ojos humanos están secos y los corazones cerrados a la
piedad.
Hay muchos que se equivocan y que sienten su vergüenza y
locura. Miran sus errores y yerros hasta que son conducidos casi a la
desesperación. No debemos descuidar esas almas. Cuando uno tiene que nadar
contra la corriente, hay toda la fuerza de la corriente que lo hace retroceder.
Dejes que se le extienda una mano de ayuda, al igual que la mano del Hermano
Mayor al Pedro que se hunde. Háblenle palabras esperanzadoras, palabras que
establezcan confianza y despierten el amor.
Tu hermano,
enfermo de espíritu, te necesita como tú mismo has necesitado el amor de un
hermano. Necesita la experiencia de alguien que haya sido tan débil como él,
alguien que pueda simpatizar con él y ayudarlo. El conocimiento de nuestra
propia debilidad debería ayudarnos a ayudar a otro en su necesidad. Nunca debemos
pasar por alto a un alma sufriente sin tratar de impartirle el consuelo con el
que nosotros mismos somos consolados por Dios....
A medida que te involucras en esta obra, tiene compañeros
invisibles a los ojos humanos. Los ángeles del cielo estaban al lado del
samaritano que cuidaba al extraño herido. Los ángeles de las cortes celestiales
están al lado de todos los que hacen el servicio de Dios al ministrar a sus
semejantes. Y tienes la cooperación de Cristo mismo. Él es el Restaurador, y
mientras trabajas bajo su supervisión, verá excelentes resultados. The Kress
Collection, págs. 28-29.
Concluido.
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