Wednesday, November 27, 2019

Cristo Inspira Las Almas Con Fe en Dios



¿Qué tipo de fe es la que vence al mundo? Es esa fe es la que hace de Cristo su propio Salvador personal, es la fe que, reconociendo su impotencia, su incapacidad absoluta para salvarse, se apodera del Ayudante que es poderoso para salvar, como su única esperanza. Es la fe que no se desanimará, la que escucha la voz de Cristo que dice: "Confiad, you he vencido al mundo y Mi divina fortaleza es vuestra." Es la fe que lo oye decir: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".

La razón por la cual las iglesias son débiles y enfermizas y están listas para morir es que el enemigo ha ejercido influencias de naturaleza desalentadora sobre las almas temblorosas. Él ha tratado de quitar a Jesús de su vista como el Consolador, como alguien que reprende, advierte, quien los amonesta, diciendo: "Este es el camino, andad por él". Cristo tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, y puede fortalecer la vacilación y corregir el error. Puede inspirar con confianza, con esperanza en Dios; y la confianza en Dios siempre resulta en crear confianza el uno en el otro.

Toda alma debe darse cuenta de que Cristo es su Salvador personal; entonces el amor, el celo y la constancia se manifestarán en la vida cristiana. Por clara y convincente que sea la verdad, no logrará santificar el alma, no podrá fortalecerla ni fortificarla en sus conflictos, a menos que se ponga en contacto constante con la vida. Satanás ha logrado su mayor éxito al interponerse entre el alma y el Salvador.

Cristo nunca debe estar fuera del pensamiento. Los ángeles dijeron acerca de Él: "llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". ¡Jesús, precioso Salvador! La seguridad, la ayuda, la certidumbre y la paz están en Él. Es el disipador de todas nuestras dudas, las arras de todas nuestras esperanzas. ¡Cuán precioso es el pensamiento de que podemos llegar a ser partícipes de la naturaleza divina, por lo cual podemos vencer cuando Cristo venció! Jesús es la plenitud de nuestras expectativas. Él es la melodía de nuestros cánticos, la sombra de una gran peñasco en una tierra calurosa. Él es agua viva para el alma sedienta. Él es nuestro refugio en la tormenta. Él es nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención. Cuando Cristo es nuestro Salvador personal, mostraremos las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable. . . .

Cristo murió porque la ley fue transgredida, ese hombre culpable podría salvarse de la pena de su enorme culpa. Pero la historia ha demostrado que es más fácil destruir el mundo que reformarlo; porque los hombres crucificaron al Señor de la Gloria, quien vino a unir la tierra con el cielo, y el hombre con Dios. Review and Herald, 26 de agosto del 1890.

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