¿Qué tipo de fe es la que vence al mundo? Es esa fe es la
que hace de Cristo su propio Salvador personal, es la fe que, reconociendo su
impotencia, su incapacidad absoluta para salvarse, se apodera del Ayudante que
es poderoso para salvar, como su única esperanza. Es la fe que no se
desanimará, la que escucha la voz de Cristo que dice: "Confiad, you he
vencido al mundo y Mi divina fortaleza es vuestra." Es la fe que lo oye
decir: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo".
La razón por la cual las iglesias son débiles y enfermizas y
están listas para morir es que el enemigo ha ejercido influencias de naturaleza
desalentadora sobre las almas temblorosas. Él ha tratado de quitar a Jesús de su
vista como el Consolador, como alguien que reprende, advierte, quien los
amonesta, diciendo: "Este es el camino, andad por él". Cristo tiene
todo el poder en el cielo y en la tierra, y puede fortalecer la vacilación y
corregir el error. Puede inspirar con confianza, con esperanza en Dios; y la
confianza en Dios siempre resulta en crear confianza el uno en el otro.
Toda alma debe darse cuenta de que Cristo es su Salvador
personal; entonces el amor, el celo y la constancia se manifestarán en la vida
cristiana. Por clara y convincente que sea la verdad, no logrará santificar el
alma, no podrá fortalecerla ni fortificarla en sus conflictos, a menos que se
ponga en contacto constante con la vida. Satanás ha logrado su mayor éxito al
interponerse entre el alma y el Salvador.
Cristo nunca debe estar fuera del pensamiento. Los ángeles
dijeron acerca de Él: "llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados". ¡Jesús, precioso Salvador! La seguridad, la ayuda,
la certidumbre y la paz están en Él. Es el disipador de todas nuestras dudas,
las arras de todas nuestras esperanzas. ¡Cuán precioso es el pensamiento de que
podemos llegar a ser partícipes de la naturaleza divina, por lo cual podemos
vencer cuando Cristo venció! Jesús es la plenitud de nuestras expectativas. Él
es la melodía de nuestros cánticos, la sombra de una gran peñasco en una tierra
calurosa. Él es agua viva para el alma sedienta. Él es nuestro refugio en la
tormenta. Él es nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención.
Cuando Cristo es nuestro Salvador personal, mostraremos las alabanzas de Aquel
que nos ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable. . . .
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