Los que andan en la luz de Cristo no rechazan ningún mensaje
de verdad, y el fruto de su aceptación de la verdad es la unidad entre ellos.
Cristo es su centro, Cristo es para ellos el camino, la verdad, y la vida. Pero
los que simplemente claman: "Cristo, Cristo," y no aceptan las
palabras de Cristo, no son participantes de su naturaleza divina, y no comen de
su carne ni beben de su sangre. Los que viven de toda palabra que sale de la
boca de Dios no estarán, no pueden estar, desacuerdo; porque son como las
muchas ramas que están unidas a un tronco. Esta es la unidad que existirá entre
aquellos en cuyos corazones Cristo es formado, la esperanza de gloria. Los que
están unidos con Cristo respetarán todos los mandamientos de Dios y aceptarán
la luz que brille sobre su sendero.
Si somos hacedores de la Palabra de Dios, seremos seguidores
de Cristo, y nuestras vidas se caracterizarán por la santidad en el objetivo,
la santidad en la aspiración, la santidad en la acción, que es la santificación
progresiva. Tendremos la simpatía de Cristo por todas las almas, tanto por los
santos como por los pecadores; pero en esa experiencia no habrá una vana
jactancia de nuestra impecabilidad. Más bien hablaremos en el lenguaje de Pablo
y diremos: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una
cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que
está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si
otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios." ...
La actitud de Pablo es la actitud que deben tomar todos los
seguidores de Cristo; porque siempre debemos estar abriendo camino, luchando
legalmente por la corona de la inmortalidad. Nadie puede pretender ser
perfecto. Que los ángeles que escriben escriban la historia de las luchas y
conflictos sagrados del pueblo de Dios, que graben sus oraciones y lágrimas;
pero que Dios no se deshonre por la proclamación de los labios humanos,
declarando: "Estoy sin pecado. Soy santo". Los labios santificados
nunca pronunciarán palabras tan presuntuosas. Pablo había sido llevado hasta el
tercer cielo, y había visto y oído cosas que no se podían pronunciar, y sin
embargo, su modesta declaración fue: " No que lo haya alcanzado ya, ni que
ya sea perfecto; prosigo a la meta". Que los ángeles del cielo escriban
acerca de las victorias de Pablo en la lucha de la buena batalla de la fe. Que
el cielo se regocije en su firme paso hacia el cielo, manteniendo el premio a
la vista para el cual considera cualquier otra consideración como escoria. Que
los ángeles del cielo se regocijen por contar sus triunfos, pero que Pablo no
se jacte en vano de sí mismo al jactarse de sus logros.
Que aquellos que se sienten inclinados a hacer una elevada
profesión de santidad, miren en el espejo de la ley de Dios, que nos descubre
los defectos de nuestro carácter. Aquellos que ven los reclamos de largo
alcance de la ley de Dios, aquellos que se dan cuenta de que es un escudriñador
de los pensamientos y las intenciones del corazón, no se atreverán a jactarse
de la impecabilidad, ni se aventurarán a declarar" "Soy perfecto, soy
santo."
"Si dijéremos que no tenemos pecado," dijo Juan,
sin separarse de sus hermanos, " nos engañamos a nosotros mismos, y no hay
verdad en nosotros." "Si dijéremos que no hemos pecado, lo hacemos a
él mentiroso, y su palabra no está en nosotros." "Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y
nos limpie de toda maldad." The
Signs of the Times, 23 de mayo del 1895.
-
Concluido.
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