Tuesday, November 5, 2019

Mirando en el Espejo


Los que andan en la luz de Cristo no rechazan ningún mensaje de verdad, y el fruto de su aceptación de la verdad es la unidad entre ellos. Cristo es su centro, Cristo es para ellos el camino, la verdad, y la vida. Pero los que simplemente claman: "Cristo, Cristo," y no aceptan las palabras de Cristo, no son participantes de su naturaleza divina, y no comen de su carne ni beben de su sangre. Los que viven de toda palabra que sale de la boca de Dios no estarán, no pueden estar, desacuerdo; porque son como las muchas ramas que están unidas a un tronco. Esta es la unidad que existirá entre aquellos en cuyos corazones Cristo es formado, la esperanza de gloria. Los que están unidos con Cristo respetarán todos los mandamientos de Dios y aceptarán la luz que brille sobre su sendero.

Si somos hacedores de la Palabra de Dios, seremos seguidores de Cristo, y nuestras vidas se caracterizarán por la santidad en el objetivo, la santidad en la aspiración, la santidad en la acción, que es la santificación progresiva. Tendremos la simpatía de Cristo por todas las almas, tanto por los santos como por los pecadores; pero en esa experiencia no habrá una vana jactancia de nuestra impecabilidad. Más bien hablaremos en el lenguaje de Pablo y diremos: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios." ...

La actitud de Pablo es la actitud que deben tomar todos los seguidores de Cristo; porque siempre debemos estar abriendo camino, luchando legalmente por la corona de la inmortalidad. Nadie puede pretender ser perfecto. Que los ángeles que escriben escriban la historia de las luchas y conflictos sagrados del pueblo de Dios, que graben sus oraciones y lágrimas; pero que Dios no se deshonre por la proclamación de los labios humanos, declarando: "Estoy sin pecado. Soy santo". Los labios santificados nunca pronunciarán palabras tan presuntuosas. Pablo había sido llevado hasta el tercer cielo, y había visto y oído cosas que no se podían pronunciar, y sin embargo, su modesta declaración fue: " No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; prosigo a la meta". Que los ángeles del cielo escriban acerca de las victorias de Pablo en la lucha de la buena batalla de la fe. Que el cielo se regocije en su firme paso hacia el cielo, manteniendo el premio a la vista para el cual considera cualquier otra consideración como escoria. Que los ángeles del cielo se regocijen por contar sus triunfos, pero que Pablo no se jacte en vano de sí mismo al jactarse de sus logros.

Que aquellos que se sienten inclinados a hacer una elevada profesión de santidad, miren en el espejo de la ley de Dios, que nos descubre los defectos de nuestro carácter. Aquellos que ven los reclamos de largo alcance de la ley de Dios, aquellos que se dan cuenta de que es un escudriñador de los pensamientos y las intenciones del corazón, no se atreverán a jactarse de la impecabilidad, ni se aventurarán a declarar" "Soy perfecto, soy santo."
"Si dijéremos que no tenemos pecado," dijo Juan, sin separarse de sus hermanos, " nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros." "Si dijéremos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros." "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad."  The Signs of the Times, 23 de mayo del 1895.
                                                                -
  Concluido.


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