De la misma manera en que la cera toma la contraparte del
sello, el alma recibe y retiene la imagen moral de Dios. Nos llenamos y
transfiguramos al contemplar su pureza y justicia. Nuestras almas se volverán
lentas y nuestra fe se debilitará a menos que despertemos y tengamos una fe
firme, estable y activa. . . .
El gran pecado del pueblo de Dios en la actualidad es que no
apreciamos el valor de las bendiciones que Dios nos ha otorgado. Servimos a
Dios con un corazón dividido. Apreciamos algunos ídolos y adoramos en su
santuario. La verdad de Dios es elevada y santa, santificando el alma, si es
traída a la vida y entretejida con el carácter. Dios está tratando con su verdad de hacernos un pueblo separado y
peculiar. Esta es la influencia de la verdad. Nuestra obediencia y devoción no
están al nivel de nuestra luz y privilegios, y de las obligaciones sagradas que
descansan sobre nosotros de andar como hijos de Dios Como cristianos, no
alcanzamos nuestra elevada vocación. Las advertencias y las reprensiones nos
han sido dadas por Dios, pero solo por un tiempo tienen una influencia sobre
nosotros porque no consideramos que sea nuestra obra vital avanzar hacia
adelante y hacia arriba hasta alcanzar la meta al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Oh, que el pueblo de Dios considere sus elevadas ventajas y
comprenda, a la luz de la Palabra de Dios, que hemos de ser juzgados de acuerdo
con la luz que brilla en nuestro camino. Todos los privilegios y oportunidades
que Dios nos da son para hacernos mejores hombres y mujeres. El pueblo de Dios
debe moverse a partir de un principio establecido, haciendo de su primer
principio el buscar el reino de Dios y su justicia y luego pasar de la luz a
una luz aún mayor. . . .
Cada alma que realmente cree en la Palabra de Dios mostrará
lo mostrará mediante sus obras. La gran bondad de Dios se muestra en su
voluntad. Cualquiera cosa que su voluntad o palabra que les obligue a hacer, no
pueden ser cristianos si no lo hacen. La verdad puede salvar nuestras almas,
porque Dios por su propio Espíritu es un agente continuo en ella, y la agencia
divina hace de la verdad un poder santificador. Letter 8, 11 de febrero del 1887.