Hasta la época del primer advenimiento de Cristo, los
hombres adoraban a dioses crueles y despóticos. Hasta la mente judía fue
alcanzada a través del miedo en lugar del amor. La misión de Cristo era revelar
a los hombres que Dios no es un déspota, sino un Padre, lleno de misericordia y
amor por sus hijos. Se refirió a Dios usando el entrañable nombre de
"Padre". En respuesta a las ansiosas preguntas de José y María,
después de haberlo encontrado en el templo, dijo: "¿No sabíais que en los
negocios de mi Padre me es necesario estar?"
No se refirió a José, su padre terrenal. No era en los
negocios de José en los que estaba envuelto con los doctores de la ley.
Para dar una verdadera representación del tierno, amoroso y
compasivo cuidado ejercido por su Padre, Jesús dio la parábola del hijo
pródigo. Si Sus hijos se equivocan y se alejan de Él, si se arrepienten y
regresan, los recibirá con una alegría mayor que la que siente el padre
terrenal en la recuperación de un hijo perdido por mucho tiempo. En todos los
sufrimientos y aflicciones de los hombres, hay un ojo compasivo, un corazón que
ama.
"Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece
Jehová de los que le temen." El cuidado más tierno de Dios se ejerce sobre
nosotros. Se compadece de nuestra debilidad y de nuestra tristeza. Podemos
estar abatidos, incluso desesperados; las pesadas nubes de la aflicción pueden
estar sobre nosotros; pero hay luz más adelante. Más allá de la penumbra hay un
amigo comprensivo y compasivo, alguien que no aflige ni entristece
voluntariamente a los hijos de los hombres.
"Así que, todas las cosas que queráis que los hombres
hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos". El Salvador
enseñó este principio para hacer feliz a la humanidad, porque de ninguna otra
manera puede llegar la felicidad. Dios les da a los hombres y a las mujeres la
bendición de la vida, no solo para que puedan ganar riqueza y ventajas mundanas,
sino para que puedan mejorar las facultades superiores, haciendo la obra que le
ha encomendado a la humanidad, el trabajo de buscar y aliviar las necesidades
de sus semejantes. El hombre no debe trabajar por su propio interés egoísta,
sino por el interés de cada persona que le rodea, bendiciendo a otros por medio
de su influencia y sus actos amables. Este propósito de Dios se ejemplifica en
la vida de Cristo.
El Salvador declaró "En cuanto lo hicisteis a uno de
estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". El incidente del buen
samaritano se presenta como una ilustración de nuestro deber hacia aquellos que
necesitan simpatía y ayuda.... El samaritano, despreciado por el sacerdote y el
levita, subestimado por los judíos como miembro de una raza menospreciada, fue
señalado por Cristo como alguien que obedeció la ley de la bondad humana y que
mostró verdadera misericordia. El Salvador ensalza y estampa con el sello de
aprobación divina su acto compasivo.
Cristo llevó a cabo en su vida sus propias enseñanzas
divinas. Estaba absorto en ela obra que vino a realizar; Su devoción al trabajo
de salvar a los perdidos se manifestó en todas las ocasiones....Manifestó
consistencia sin obstinación, benevolencia sin debilidad, ternura y simpatía
sin sentimentalismo. Era muy social, pero poseía una dignidad reservada que no
fomentaba una familiaridad indebida. Su templanza nunca condujo a la
intolerancia o austeridad. No estaba conformado a este mundo, sin embargo, no
era indiferente a las necesidades de los hombres más pequeños.
El ejemplo del Salvador ha de ser la norma de nuestro
servicio para con los tentados y los que yerran. El mismo interés, la misma
ternura y paciencia que Él ha manifestado hacia nosotros, debemos manifestarlos
hacia los demás. " Que os améis unos a otros," ha dicho, "como
yo os he amado". Si Cristo mora en nosotros, revelaremos su amor
desinteresado hacia todas las personas con las cuales entramos en contacto.
Signs of the Times, 23 de septiembre del 1908.