La lectura ligera fascina la mente y hace que la lectura de
la Palabra de Dios no sea interesante. La Biblia requiere pensamiento e
investigación en oración. No es suficiente rozar la superficie. Si bien algunos
pasajes son demasiado claros para ser malentendidos, otros exigen un estudio
cuidadoso y paciente. Al igual que el metal precioso oculto en las colinas y
montañas, sus gemas de verdad deben buscarse y almacenarse en la mente para su
uso futuro.
Y cuando Ud. escudriña las Escrituras con un ferviente deseo
de aprender la verdad, Dios respirará Su Espíritu en su corazón e impresionará
su mente con la luz de Su Palabra. La Biblia es su propio intérprete, un pasaje
explica otro. Al comparar las Escrituras que se refieren al mismo tema, verá
armonía y belleza que nunca ha soñado. No hay otro libro cuya lectura
fortalezca y amplíe, eleve y ennoblezca, la mente como lo hace la lectura de
este Libro de libros.
El mandato de la Palabra de Dios es: “ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad”. Dios y el ser humano deben
cooperar. Todos deben ocuparse de usar aquello que Dios ha puesto en el
interior. Los estudiantes de la Palabra de Dios deben utilizar el conocimiento
que han adquirido. Deben usar las oportunidades que se les presentan. Con una
convicción establecida del deber, deben usar su conocimiento e influencia en
cualquier canal, hasta el final, para que puedan ganar más con su uso. . . .
Estudie la vida de Cristo a este respecto. Sígualo desde el
pesebre hasta el Calvario, y actúe como Él actuó. Los grandes principios que Él
mantuvo, Ud. deben mantener. Su norma es ser el precepto de Aquel que era puro,
santo y sin mancha. .—Youth’s Instructor, 30 de junio del 1898.
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