El gran apóstol Pablo fue firme donde estaban en juego el deber y los principios; pero la cortesía era un rasgo marcado de su carácter, y esto le dio acceso a la clase más alta de la sociedad. Pablo nunca dudó de la capacidad de Dios o de su voluntad de darle la gracia que necesitaba para vivir la vida de un cristiano. . . . No vivió bajo una nube de duda, tanteando su camino en la niebla y la oscuridad de la incertidumbre, quejándose de las dificultades y pruebas. Una voz jubilosa, fuerte con esperanza y valor, suena a lo largo de la línea [del tiempo] hasta nuestro tiempo. Pablo tuvo una experiencia religiosa saludable. El amor de Cristo fue su gran tema y el poder restrictivo que lo gobernó.
Cuando se encontraba en las circunstancias más desalentadoras, que habrían tenido una influencia deprimente sobre los cristianos a medias, fue firme de corazón, lleno de valor, esperanza y alegría. . . . Se nota la misma esperanza y alegría cuando estaba en la cubierta del barco, la tempestad azotando a su alrededor, el barco haciéndose pedazos. Dio órdenes al comandante del barco y preservó la vida de todos a bordo. Aunque estaba prisionero, era realmente el capitán del barco, el hombre más libre y feliz a bordo. . . .
Cuando estuvo ante reyes y dignatarios de la tierra, que tenían su vida en sus manos, no se acobardó; porque había entregado su vida a Dios, y estaba escondida en Cristo. Suavizó, por medio de su cortesía, los corazones de esos hombres en el poder, hombres de temperamento feroz, a pesar de que eran malvados y corruptos de corazón y de vida. . . . Su conducta correcta, la gracia de la verdadera cortesía, marcó todo su comportamiento. Cuando extendió la mano, como era su costumbre al hablar, el tintineo de las cadenas no le causó vergüenza ni deshonra. Los consideró como muestras de honor y se regocijó de poder sufrir por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. . . . Su razonamiento fue tan claro y convincente que hizo temblar al rey libertino. . . . La gracia, como un ángel de misericordia, hizo que su voz se escuchase dulce y clara, repitiendo la historia de la cruz, el amor incomparable de Jesús.
Conflict and Courage, pág. 352
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