"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos". ¿Podemos
concebir una relación más íntima con Cristo que esa? Las fibras del pámpano son
casi idénticas a las de la vid. La comunicación de vida, fuerza y fecundidad
desde el tronco hasta las ramas es constante y sin obstáculos. La raíz envía su
alimento a través de la rama. Tal es la relación del verdadero creyente con
Cristo. Él permanece en Cristo y se nutre de Él.
Esta relación espiritual sólo puede establecerse mediante el ejercicio de la fe personal. Esta fe debe expresar de nuestra parte suprema preferencia, perfecta confianza, entera consagración. Nuestra voluntad debe estar totalmente sometida a la voluntad divina; nuestros sentimientos, deseos, intereses y honor, identificados con la prosperidad del reino de Cristo y el honor de Su causa, nosotros constantemente recibiendo gracia de parte de Él y Cristo aceptando nuestra gratitud.
Cuando se forma la intimidad de conexión y comunión, nuestros pecados recaen sobre Cristo, Su justicia se nos imputa. Él fuer hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. Tenemos acceso a Dios a través de Él; somos aceptados a través del Amado. Cualquiera que, de palabra o de hecho, hiera a un creyente, hiere a Jesús. Cualquiera que dé un vaso de agua fría a un discípulo porque es un hijo de Dios, será considerado por Cristo como habiéndolo hecho hacia Él.
Fue cuando Cristo estaba a punto de despedirse de sus discípulos que les dio el hermoso emblema de su relación con los creyentes. . . . Una unión con Cristo por fe viva es duradera; todas las demás uniones deben perecer. . . . El verdadero creyente elige a Cristo como el primero y el último, y el mejor en todo. My Life Today, pág. 11.
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