Cristo vino a poner la salvación al alcance de todos. Sobre la cruz del Calvario pagó el precio de infinito de la redención por un mundo perdido. Su abnegación y autosacrificio, su trabajo desinteresado, su humillación y, sobre todo, la ofrenda de su vida, dan testimonio de la profundidad de su amor por el hombre caído. Fue para buscar y salvar lo que había perdido que vino a la tierra. Su misión era para los pecadores, los pecadores de todos los grados, de todas las lenguas y naciones. Pagó el precio por todos, para rescatarlos y traerlos a una unión y simpatía consigo mismo. Los más errados, los más pecadores, no fueron pasados por alto; sus labores fueron especialmente para aquellos que más necesitaban la salvación que él vino a traer. Cuanto mayor era su necesidad de reforma, más profundo era su interés, mayor su simpatía y más ferviente su labor. Su gran corazón de amor se conmovió hasta lo más profundo por los que estaban más desesperados y que más necesitaban su gracia transformadora....
Debemos esperar que encontraremos y tendremos que soportar
grandes imperfecciones en aquellos que son jóvenes e inexpertos. Cristo nos ha
ordenado que busquemos restaurarlos con un espíritu de mansedumbre, y nos hace
responsables si seguimos un camino que los llevará al desánimo, a la
desesperación y la ruina....
Dios ha ordenado que para crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo, los hombres deben seguir su ejemplo y trabajar como él trabajó. A menudo será necesario luchar para controlar nuestros propios sentimientos y abstenernos de hablar de una manera que desanime a aquellos que están luchando bajo la tentación. Una vida de oración y alabanza diarias, una vida que iluminará el camino de los demás, no puede mantenerse sin un esfuerzo ferviente....
Muchos han desmayado y se han desanimado en la gran lucha de la vida, a quienes una palabra de bondadoso ánimo y coraje habría fortalecido para vencer. Nunca, nunca se vuelva duro, frío, antipático y censurador. Nunca pierda la oportunidad de decir una palabra para alentar e inspirar esperanza. No podemos decir cuán trascendentales pueden ser nuestras tiernas palabras de bondad, nuestros esfuerzos semejantes a los de Cristo por aliviar alguna carga. Los que yerran no pueden ser restaurados de otra manera que con el espíritu de mansedumbre, compasión y tierno amor.
Review and Herald 30 de noviembre del 1886.