Wednesday, June 23, 2021

Honor Para los Que Honran a Dios

Cuando a la mente se le permite espaciarse en cosas terrenales, es un asunto difícil cambiar los hábitos del pensamiento. Lo que los ojos ven y los oídos oyen demasiado a menudo atraen la atención y absorben el interés. Pero, si hemos de entrar en la ciudad de Dios, y contemplar a Jesús en su gloria, debemos acostumbrarnos a contemplarlo aquí con el ojo de la fe.

Las palabras y el carácter de Cristo deben ser a menudo el tema de nuestros pensamientos y de nuestra conversación; y cada día debería dedicarse un tiempo especialmente a la meditación en oración sobre esos temas sagrados.

La santificación es obra diaria. Que nadie se engañe a sí mismo con la creencia de que Dios los perdonará y bendecirá mientras pisotean uno de sus requisitos. La comisión deliberada de un pecado conocido silencia la voz del Espíritu que da testimonio y separa el alma de Dios. Cualesquiera que sean los éxtasis del sentimiento religioso, Jesús no puede morar en el corazón que ignora la ley divina. Dios solo honrará a aquellos que lo honren.

Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis". Si nos entregamos a la ira, la lujuria, la codicia, el odio, el egoísmo o cualquier otro pecado, nos convertimos en siervos del pecado. "Ninguno puede servir a dos señores". Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo. El cristiano sentirá los impulsos del pecado, porque la carne codicia contra el Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, luchando constantemente. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une a la fortaleza divina, y la fe exclama: "Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo".

Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración diaria es tan esencial para crecer en la gracia y hasta para la vida espiritual misma, como lo es el alimento temporal para el bienestar físico. Debemos acostumbrarnos a elevar a menudo nuestros pensamientos a Dios en oración. Si la mente divaga, debemos traerla de vuelta; con un esfuerzo perseverante, el hábito finalmente se hará más fácil. No podemos ni por un momento separarnos de Cristo con seguridad. Podemos tener su presencia para asistirnos en cada paso, pero solo observando las condiciones que Él mismo ha establecido.

La religión debe convertirse en el gran negocio de la vida. Todo lo demás debe subordinarse a esto. Todas nuestras facultades de alma, el cuerpo y el espíritu deben participar en la guerra cristiana. Debemos buscar a Cristo para hallar fortaleza y gracia, y obtendremos la victoria con tanta seguridad como Jesús lo hizo por nosotros. Review and Herald, 15 de noviembre del 1887.

 

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