Wednesday, June 2, 2021

Sanidad Para la Ceguera Espiritual

"Respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños".

El Señor Jesús presentó los tesoros celestiales al pueblo judío, pero muchos de ellos no los recibieron. Los hombres educados se consideraban demasiado sabios para necesitar instrucción, demasiado justos para necesitar la salvación, demasiado honrados para necesitar el honor que Jesús les conferiría al hacerlos colaboradores de Dios. En los escribas, fariseos y gobernantes, Jesús no encontró los odres para su vino nuevo. Se vio obligado a volverse de ellos a hombres humildes, cuyos corazones no estaban llenos de envidia, codicia y justicia propia. Los humildes pescadores obedecieron al llamado del divino Maestro, mientras que los escribas y fariseos se negaron a convertirse.

Los discípulos que Jesús llamó no tenían educación, y estaban lejos de ser perfectos en carácter cuando Jesús los unió consigo mismo; pero estaban dispuestos a aprender del Maestro más grande que el mundo haya conocido. Eran hombres verdaderamente convertidos y se convirtieron en los odres nuevos en los que Jesús podía verter el vino nuevo de su reino. Pero a pesar de que se convirtieron a Cristo, debido a su limitada comprensión terrenal, el resultado de la enseñanza que habían recibido de los judíos, no pudieron comprender completamente la naturaleza espiritual de la verdad que Él podía impartir. El tema central de su instrucción era la necesidad de que sus seguidores tuvieran un corazón puro y santo, porque solo la santidad los capacitaría para llegar a ser súbditos de su reino celestial.

El Sembrador divino esparció granos de semilla preciosa, que no podemos ver hasta que un hábil obrero, bajo la guía del Espíritu Santo, los reúne y nos los presenta como un sistema completo de verdad, desplegando las profundidades del amor divino. Por todas las edades, Jesús, el Autor de la verdad, a través de profetas y de personas, había presentado verdad sobre verdad a los judíos, desde la columna de nube y fuego. Pero la verdad que Él había dado se había mezclado con el error, y era necesario separarse de la compañía de la herejía y del mal. Era necesario reajustarlo en el marco del Evangelio, para que pudiera brillar con su brillo original e iluminar las tinieblas morales del mundo. Dondequiera que encontraba una joya de la verdad que se había perdido de su engaste, o que se había estropeado por el error, la restablecía y estampaba en ella la firma de Jehová. Él demostró ser la palabra y la sabiduría de Dios.

Los asuntos comunes del tiempo y de la tierra habían absorbido las mentes de la gente en la época de Cristo, tal como Satanás había planeado que lo hicieran. El pecado había expulsado del corazón el amor de Dios, y en lugar del amor de Dios se encontraba en el corazón el amor del mundo, el amor a la complacencia pecaminosa de las malas pasiones. Solo Cristo pudo ajustar las demandas entre el cielo y la tierra. La visión del hombre se había cegado porque no tenía en cuenta el mundo espiritual y eterno. . . . En la persona y obra de Cristo se revela la santidad de Dios; porque Cristo vino a revelar al Padre.  Signs of the Times, 11 de diciembre del 1893.

 

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