"Porque de tal manera amó Dios al miundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna" (Juan 3:16). Este mensaje es para el mundo, porque
"todo aquel" significa que cualquiera y todos los que quienes cumplan
con la condición pueden compartir la bendición. Todos los que miren
a Jesús, creyendo en Él como su Salvador personal, no se perderán,
sino que tendrán "vida eterna". Se ha hecho toda provisión para que
tengamos la recompensa eterna.
La intercesión de Cristo por nosotros es la de presentar sus méritos
divinos en la ofrenda de sí mismo al Padre como nuestro sustituto y
garantía; porque él subió a lo alto para hacer expiación por nuestras
transgresiones. "Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con
el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados;
y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo".
(Juan 2:1,2). "Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre,
a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente
por los nuestros, sino también por los de todo el mundo". (1 Juan 4:10).
"Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos". Hebreos 7:25.
A partir de estas Escrituras, es evidente que no es la voluntad de Dios que sienta
desconfianza y atormente su alma con el temor de que Dios no lo acepta porque es
pecador e indigno. "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros". (Santiago 4:8).
Presente su caso ante Él alegando los méritos de la sangre que fue derramada por usted
en la cruz del Calvario. Satanás lo acusará de ser un gran pecador, y debe admitir que
lo es. . .Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. "La sangre de Jesucristo su Hijo
nos limpia de todo pecado". (1 Juan 1:7). "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9.)
"No tengo ningún mérito ni bondad por los que pueda reclamar la salvación, pero presento ante
Dios la sangre que todo lo expia del Cordero de Dios sin mancha, que quita el pecado del mundo.
Esta es mi única súplica. El Nombre de Jesús me da acceso al Padre. Su oído, Su corazón, están abiertos a mis súplicas más débiles, y Él suple mis necesidades más profundas".
The Signs of the Times, 4 de julio del 1892.
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