Cristo es el eslabón de unión entre Dios y el hombre. Él ha prometido Su intercesión personal empleando Su nombre. Él pone toda la virtud de Su justicia de parte del suplicante. Cristo intercede por el hombre, y el hombre, necesitado de la ayuda divina, intercede por sí mismo en la presencia de Dios, usando el poder de la influencia de Aquel que dio Su vida por el mundo. A medida que reconocemos ante Dios nuestro aprecio por los méritos de Cristo, se da fragancia a nuestras intercesiones. ¡Oh, quién puede valorar esa gran misericordia y amor! A medida que nos acercamos a Dios a través de la virtud de los méritos de Cristo, somos revestidos con sus vestiduras sacerdotales. Nos coloca a Su lado, rodeándonos con Su brazo humano, mientras que con Su brazo divino se aferra al trono del Infinito. Él pone Sus méritos, como dulce incienso, en un incensario en nuestras manos, para animar nuestras peticiones. Promete escuchar y responder a nuestras súplicas.
Las sencillas oraciones dictadas por el Espíritu Santo ascenderán por las puertas entreabiertas, la puerta abierta que Cristo ha declarado: Que yo he abierto, y nadie la puede cerrar. Esas oraciones, mezcladas con el incienso de la perfección de Cristo, ascenderán como fragancia al Padre, y las respuestas vendrán. . . .Toda oración que se eleve con fe desde un corazón honesto será escuchada por Dios y contestada, y el que envió la petición tendrá la bendición cuando más la necesite, y con frecuencia superará sus expectativas. Ni una sola oración. . . se pierde si se eleva con fe desde un corazón honesto.
Orar como oró Nehemías en su hora de necesidad es un recurso a la disposición del cristiano en circunstancias en las que otras formas de oración pueden ser imposibles. Los trabajadores en los ajetreados caminos de la vida, atestados y casi abrumados por la perplejidad, pueden enviar una petición a Dios para que los guíe. Los viajeros por mar y tierra, cuando se ven amenazados por algún gran peligro, pueden así encomendarse a la protección del Cielo. En tiempos de repentina dificultad o peligro, el corazón puede enviar su grito de ayuda a Aquel que se ha comprometido a acudir en ayuda de sus fieles creyentes cada vez que lo invoquen. En toda circunstancia, bajo toda condición, el alma agobiada por el dolor y la preocupación, o ferozmente asaltada por la tentación, puede encontrar seguridad, apoyo y socorro en el amor y el poder inquebrantables de un Dios que guarda el pacto. Prayer, pág. 46.