Los discípulos de Cristo tenían un profundo sentido de su propia ineficacia, y con humillación y oración unieron su debilidad a Su fortaleza, su ignorancia a Su sabiduría, su indignidad a Su justicia, su pobreza a Su inagotable riqueza. Fortalecidos y equipados de esa manera, no dudaron en seguir adelante en el servicio del Maestro.
Todo lo que el hombre tiene, Dios se lo ha dado, y el que mejora sus habilidades para la gloria de Dios, será un instrumento para hacer el bien; pero no podemos vivir una vida religiosa sin la oración constante y el cumplimiento de los deberes religiosos, como tampoco podemos tener fuerza física sin participar del alimento temporal. Debemos sentarnos diariamente a la mesa de Dios. Debemos recibir fortaleza de la Vid viva, si hemos de ser nutridos. . . .
Les ruego que se muevan con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios. Dejen que Su poder sea su dependencia, Su gracia su fortaleza. Mediante el estudio de las Escrituras y la oración ferviente procuren obtener conceptos claros de su deber, y luego llévenlo a cabo fielmente. Es esencial que cultiven la fidelidad en las cosas pequeñas, y al hacerlo adquirirán hábitos de integridad en las responsabilidades mayores. . . . Todo acontecimiento de la vida es grande para bien o para mal. La mente necesita ser entrenada por medio de pruebas diarias, para que pueda adquirir poder a fin de sostenerse en cualquier posición difícil. En los días de prueba y peligro, necesitarán fortalecerse para defender firmemente lo correcto, independientemente de toda influencia opositora.
Jesús consiente en llevar nuestras cargas sólo cuando confiamos en Él. Él está diciendo: "Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados; dadme vuestra carga; confiad en mí para hacer la obra que es imposible que el agente humano haga". Confiemos en Él. La preocupación es ciega y no puede discernir el futuro. Pero Jesús ve el fin desde el principio, y en cada dificultad tiene preparado el camino para traer alivio. Permaneciendo en Cristo, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.
God's Amazing Grace, pág. 113.
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