Conságrese a Dios por la mañana; Haga de esso su primera obra. Que su oración sea: “Tómame, oh Señor, como totalmente tuyo. Pongo todos mis planes a Tus pies. Úsame hoy en Tu servicio. Permanece conmigo, y deja que toda mi obra sea hecha en Ti”. Esse es un asunto diario. Cada mañana conságrese a Dios para ese día. Entréguele todos sus planes, para que los lleve a cabo o los abandone según lo indique Su providencia. Así día tras día podrá estar entregando su vida en las manos de Dios, y así su vida irá amoldándose cada vez más a la vida de Cristo.
La primera exhalación del alma por la mañana debe ser por la presencia de Jesús. “Separados de mí”, dice, “nada podéis hacer”. Es a Jesús a quien necesitamos; Su luz, Su vida, Su espíritu, deben ser nuestros continuamente. Lo necesitamos cada hora. Y debemos orar por la mañana para que así como el sol ilumina el paisaje y llena el mundo de luz, así el Sol de Justicia brille en las cámaras de la mente y del corazón, y nos haga a todos luz en el Señor. No podemos prescindir de Su presencia ni un momento. El enemigo sabe cuándo nos empeñamos en prescindir de nuestro Señor, y está allí, dispuesto a llenar nuestra mente con sus malas sugerencias para que caigamos de nuestra firmeza; pero es el deseo del Señor que de momento a momento permanezcamos en Él, y así seamos completos en Él.
Nada tiende más a promover la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de gratitud y alabanza. Es un deber positivo el resistir la melancolía, los pensamientos y sentimientos de descontento, tanto como el deber de orar.
Cuando nos sintamos menos inclinados a tener comunión con Jesús, oremos más. Al hacerlo, romperemos la trampa de Satanás, las nubes de oscuridad desaparecerán y nos daremos cuenta de la dulce presencia de Jesús. Prayer, págs. 23-24.
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