Dios es el dador de la vida. Desde el principio, todas Sus leyes fueron ordenadas para vida. Pero el pecado irrumpió en el orden que Dios había establecido y sobrevino la discordia. Mientras exista el pecado, el sufrimiento y la muerte son inevitables. Sólo porque el Redentor ha llevado la maldición del pecado en nuestro favor, el hombre puede tener la esperanza de escapar, en su propia persona, de sus funestos resultados.
Debemos aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal, y Él nos imputa la justicia de Dios en Cristo.... "En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10).
En el amor de Dios se ha abierto la veta más maravillosa de la preciosa verdad, y los tesoros de la gracia de Cristo quedan abiertos ante la iglesia y el mundo... ¿Qué amor es éste, qué amor maravilloso e insondable que conduciría a Cristo a morir por nosotros cuando aún éramos pecadores. ¡Qué pérdida es para el alma que comprende las fuertes exigencias de la ley y que, sin embargo, no comprende la gracia de Cristo, que abunda mucho más! . . . Mire la cruz del Calvario. Es una promesa permanente del amor ilimitado, de la misericordia incalculable del Padre celestial.
Hay un Dios en Israel, en quien hay liberación para todos los oprimidos. La justicia es la habitación de su trono. God's Amazing Grace, pág. 73.