Siglo tras siglo, la curiosidad de los hombres los ha llevado a buscar el árbol del conocimiento; y a menudo piensan que están recogiendo el fruto más esencial cuando, como la investigación de Salomón, lo encuentran completamente vano y como nada en comparación con esa ciencia de la verdadera santidad que les abrirá las puertas de la ciudad de Dios. La ambición humana ha estado buscando esa clase de conocimiento que les traerá gloria, exaltación propia y supremacía. Así, Adán y Eva fueron manipulados por Satanás hasta que se quebrantó la restricción divina, y comenzó su educación bajo el maestro de mentiras a fin de que pudieran tener el conocimiento que Dios les había negado.
La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Muchos de los llamados hombres sabios del mundo lo son sólo en su propia opinión. Contentos con la adquisición de la sabiduría mundana, nunca entran en el jardín de Dios para familiarizarse con los tesoros del conocimiento contenido en su santa Palabra. Suponiéndose sabios, ignoran la sabiduría que deben tener todos los que obtienen la vida eterna... El hombre ignorante, si conoce a Dios y a Jesucristo, tiene una sabiduría más duradera que la del más instruido que desprecia el instrucción de Dios.
La sabiduría divina debe ser una lámpara para sus pies... Todo lo que puede ser sacudido, será sacudido; pero arraigados y cimentados en la verdad, permanecerá en aquellas cosas que no pueden ser conmovidas. Our Father Cares, págs. 30-31.
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