Tuesday, May 4, 2010

La Importancia de la Palabras---Parte 3

Por Tom Waters
También debemos ser cuidadosos de no exagerar las faltas de otros: “Cuando uno yerra, con frecuencia los otros se sienten con libertad para hacer aparecer el caso tan malo como sea posible. Los que son tal vez culpables de pecados tan grandes en otra dirección tratan a su hermano con severidad cruel. Los errores cometidos por ignorancia, irreflexión o debilidad, son exagerados hasta presentarse como pecados voluntarios y premeditados. Al ver a las almas extraviarse, algunos cruzan las manos y dicen: ‘Ya le dije. Sabía que no se podía fiar en ellas.’ Así adoptan la actitud de Satanás, regocijándose en espíritu de que sus malas sospechas resultaron correctas.” Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 248.

Amigos, no estoy abrumado por ese fracaso, pero estoy volviéndome más consciente de mi constante necesidad de gracia, y de mi verdadera condición, si escojo seguir mi propio camino, aún cuando estoy sosteniendo una agradable conversación con un amigo. ¿Estamos dispuestos a dejar que Dios tenga control de todo lo que somos, en cada aspecto de nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a permitirle que nos transforme en esa área de la experiencia cristiana en lugar de encontrarnos rápidamente justificando nuestra manera de ver las cosas o excusar nuestras palabras porque “todo el mundo lo hace?” Debemos ser animados a proceder como Pablo nos exhorta: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. Filipenses 1:27. Este debe ser nuestro razonamiento y nuestra verdadera justificación por las palabras que escogemos pronunciar. Y si nuestras palabras no cumplen con este requisito del Evangelio, De todos modos, ¿deberíamos querer decirlas?


Un sábado hace algunos meses, tuve lo que creí sería el privilegio de escuchar a un pastor muy conocido hablar sobre un asunto de interés. Antes que comenzara a hablar, ofreció una hermosa oración pidiendo el poder del Espíritu Santo para que le diera palabras a fin de alcanzar los corazones de las personas. ¡Cómo me dolió cuando se paró en el podio y viendo un segundo micrófono que no estaba siendo usado, lo tomó y dijo: “¡Me pregunto para que es esto!” Después, doblándolo hacia él, dijo: “Debe ser una cañería para desaguar el exceso de agua de lluvia.” Hubo un estallido de risa y fue evidente, al menos para mi, que el espíritu de oración había cambiado. Mi corazón estaba adolorido y sentí lástima por el hombre.
Esa era una oportunidad para que el Evangelio fuera presentado, pero amigos, el tono reverente nunca fue restablecido a ese servicio. El Evangelismo, pág. 467 dice: “Las palabras irreflexivas que pronuncia, las anécdotas frívolas, las palabras dichas para hacer reír, todo esto es condenado por la Palabra de Dios y está completamente fuera de lugar en el púlpito sagrado.” Véase también Efesios 5:4. ¿Siento el deseo de criticar al hombre? No. Oré en ese momento y he orado desde entonces por él, al recordar cuán a menudo las palabras insensatas, los comentarios e historias dichas para hacer reír, solían venir a mis labios. Amigos, ¿con cuánta frecuencia hace comentarios, observaciones contagiosas, sólo para hacer reír, generalmente a costillas de otro? Apocalipsis 14:4–5 dice: “Éstos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va . . . y en sus bocas no fue hallada mentira”. Yo quiero ser una de esas personas. ¿Qué piensa usted?
¿Estamos escogiendo—haciendo elecciones conscientes—todo el día para seguir “al Cordero por dondequiera” que vaya? Si es así, no seremos encontrados con “mentira” en nuestras bocas. La palabra “mentira” significa “engaño” o “falsedad.” Esto es decir algo que no es verdad o decir algo que lleve a alguien a una conclusión que no es verdadera, como el pez que va tras el señuelo para encontrarse con el anzuelo. ¿Deseamos que nuestras bocas sean refrenadas lo suficiente como para probar nuestras palabras? ¿Testifican ellas del Evangelio que creemos, son ellas exageraciones o hay “engaño” en nuestras bocas?

Continuará. . .

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